Dos semanas después, y sentado en un avión intercontinental, por fin tengo tiempo de ponerme a escribir esta crónica de mi último IM. Un IM que no pasará a la historia por casi nada. No es el primero, ni el más duro, ni el más rápido o lento, ni multitudinario. Lo único que quedará en mi memoria sin duda será el calor que hizo.
Esta instantánea lo dice todo. Allí estaba, llegando, pero mi rostro no era el esperado
Montes austríacos, centros de sky cercanos. Nadie espera pasar más calor que en Barcelona un mes de julio, pero así fue. Desde que aterrizamos un jueves, hasta que partimos un lunes, el calor minó nuestra paciencia y vitalidad poco a poco. Y eso que yo soy un enamorado del verano, el sol y sus consecuencias, pero cuando hay que jugarse una temporada pensando en el crono, tanto calor, sobra.
Esta otra instantánea da calor solo contemplándola. Brillar por el sudor sobre la bici, no es normal, y más en posición acoplado y por tanto recibiendo un buen chorro de aire
Ninguna edición de las disputadas hasta la fecha del IM de Klagenfurt se habían vivido temperaturas como las que nos tocó. Fue la primera vez que no permitieron el traje de neopreno por el calentamiento de la temperatura del gigantesco lago de la bonita provincia de Kartner.
Los elevados precios de los pasajes al aeropuerto de Klagenfurt, hizo que toda la expedición pratense-bomberil que superaba los 33 individuos, viajáramos hasta otros aeropuertos para desde allí alquilar un coche.
Una vez en el albergue universitario el jueves por la tarde, tocó registrarse, patear la expo y sudar como picapedreros en el sáhara. Un trote ligero y un pequeño baño natatorio final para desentumecer las extremidades me vino bien al caer la tarde. La faena en los días previos de un IM es mínima. El objetivo es descansar, comer y darle cuerda a cuerpo y mente para el día D a la hora H. Poco más.
No quiero enrollarme demasiado en todo ese largo tiempo en el que las preocupaciones y malas sensaciones te van minando en parte el optimismo que pudieras tener. Eso es desagradable, pero ayuda a salir con todo el respeto y notar mejores sensaciones de las previstas tras el pistoletazo de salida.
6.30 del domingo 1 de julio. Sol potente, 2800 personas con un gorro de silicona enfundado en la cabeza correteamos por los verdes prados que rodean el lago. La salida se acerca. Antes, visita a boxes para ultimar detalles, comprobar que todo está en orden, memorizar la colocación de las bolsas y bicicleta y trazar el plan de como va a transcurrir las dos transiciones. Cerca de 6000 bolsas numeradas y cerca de 3000 bicicletas muy apretadas, complican el guión. Tuve suerte con la colocación de mi bicicleta y no me hizo falta comerme demasiado la cabeza de cómo encontrarla. Algunos imagino que sufrieron de lo lindo entre los laberintos del gigantesco boxes, con una lógica numérica ilógica.
Mis bolsas fueron 'decoradas' con ramas y otros gadgets para ayudarme a localizarlas con celeridad en el momento preciso. Para mi, perder un segundo en boxes es absurdo y si puedo evitarlo, lo hago.
El atuendo escogido para el gran día, el 'old style', el clásico micro-top + bañador. Tan solo tres participantes lo hicimos, y uno, el gran Faris, ganó la prueba... Quien lo iba a decir hace unos años, cuando ni se conocía otro atuendo mejor. Sigo creyendo que para este tipo de pruebas, son las mejores prendas, con el único pero que la zona perianal, sufre algo más en la bici, aunque las badanas de los monos y dos piezas, tampoco son ninguna maravilla. El único inconveniente es que hay que ponerse más crema de protección solar, o requemar un día más unas cuantas células dérmicas.
Primera ventaja, nado en bañador, siempre más cómodo a priori que el mono de lycra. En el posicionamiento, estuve a punto de 'cagarla'. Mirando el esquema de la revista IM de la carrera, parecía muy claro que la primera de las dos playas desde donde se encaraban los más de 1200 metros lineales hasta el primer giro, era de trayectoria más corta, pero insitu, comprobé que el dibujo estaba errado y que lo verdaderamente rectilíneo era el propio muelle desde donde los aventajados 'pros', se tiraban con más de 100 metros de ahorro y la linealidad plena ante sus ojos. El mejor sitio aparente pasaba por colocarse a alguno de los dos lados del espigón, pero pensé que en ese lugar iba a ser masacrado por la marabunta cuando todos quisieran apuntar recto hacia la boya, pero me la jugué y allí me coloqué. En uno de los lados, un inflable de Power Bar, se interfería en el camino de los nadadores generando sin duda un punto negro en la salida. Escogí entonces el otro lado y allí me encontré casualmente a todos los bomberos colocados. Luego me enteré que los mejores nadadores del equipo también estaban por allí camuflados. Si es que... cuando la experiencia en este tipo de aventuras es clara, los resultados nos acercan a todos...
Dieron una especie de salida neutralizada que nadie entendió, pero que a mi me resultó definitivamente ideal, ya que me permitió meterme en el agua muy bien colocado y no ser engullido por la masa en el momento clave. Teóricamente buscaban que la gente entrase civilizadamente en el agua y luego dar la salida desde allí. La realidad dejaba claro que la invitación a entrar en el agua fue la salida técnica.
En los primeros compases, me vi muy bien colocado y incluso me situé a los pies de Jordi Arias, toda una garantía para ir rápido y con rítmo, pero empezaron los para mi muy molestos microimpactos laterales que te acaban sacando de pies. Es una situación que me crispa. Un tipo que se empeña en ir a tu lado, y que te impide buscar la dirección idónea. Te obliga a meterte un calentón matador o frenar para sacártelo de encima, o bien optar por el clásico barrido de cuerpo entero que es molesto para ambos pero que al menos significa la libertad momentánea. El resultado fue que perdí rápidamente los pies de Jordi y la noción del mejor grupo. No fui sin embargo mal del todo.
Las sensaciones eran francamente malas. Mi estilo natatorio, en aguas dulces se empeora considerablente debido a la potenciación de la falta de flotabilidad. En el mar, pese a no mover mis pies, floto suficiente para avanzar de forma competitiva. En lagos, o se lleva neopreno, o pierdo muchos enteros... Y claro, allí sin neopreno, con esa distancia... la cosa ya se ponía cuesta arriba en las primeras de cambio. No obstante yo ahí seguía, peleándome por una buena posición. Llegando a esa primera boya, veo a Jose Luís Cano, que tampoco tuvo un buen día y que sin neopreno, sufre de lo lindo. Había salido con los pros, pero los 'mataos', nos tirábamos encima...
En el segundo giro, el de 'retorno' a tierra, empezaron los problemas. Un sol mañanero bajo totalmente de cara, ausencia total de boyas intermedias para un tramo de más de 1000 metros (error imperdonable a mi entender para una carrera así), y no haber previsto la situación, me hizo perder tiempo y la moral de forma clara. No veía nada en el horizonte y desconocía, como creo que la mayoría de los que por mi lado iban, de cual era la dirección buena. Estaba claro la dirección a lo bulto, pero la anchura de los nadadores daban muestra de que la mayoría íbamos perdidos. Fui dando tumbos tratando de encontrar la trayectoria buena, y creo que fui bastante torpe.
Mi sensación en el agua en ese momento era de llevar mucho tiempo ya nadando, y sabía que el tramo de natación en el canal superaba los 1000 metros. Me resitía pero no pude evitar mirar el crono cuando vislumbré la entrada en el susodicho. 50 minutos... La había cagado, o algo estaba pasando. Haciendo un cálculo sencillo, me veía que superaba claramente la hora nadando, y eso suponía un duro golpe moral.
Me había apuntado a Austria con el claro objetivo de bajar marca e incluso con el sueño de acercarme a la profesinal barrera de las 9 horas. Estaba claro que esos 10 minutos perdidos respecto a mis tiempos habituales iban a ser una auténtica losa a mis aspiraciones y un golpe nada beneficioso a mis aspiraciones.
Con la cara, pago. Nuevamente se sacan conclusiones viendo mi expresión en la salida del agua
Tocaba llegar cuanto antes y ver que piernas tenía. Ese era el punto clave para mi. Había invertido mucho este año en buscar mejora en el ciclismo, y creía haber hecho los deberes. Cambios definitivos en la posición gracias al gran profesional de Victor de Cyclistlab, llevaba las super botas Mavic tope de gama que trasmiten TODA la fuerza que apliques a las bielas, los muchos quilómetros en altura, las pesas de todo el año, la suplementación full equip que llevaba en mi cuerpo y en mi bicicleta. Un sin fin de pluses que creí serían mi mejor arma en pos de lograr mis objetivos.
La posición era buena... faltó adaptación y tener el dia.
Pero el 1 de julio de este 2012 no era mi día. Ya lo había constatado en el agua, saliendo en 1 hora 4 minutos, de largo mi peor registro en mis 15 tris distancia IM disputados hasta ese momento. Hice una muy decente transición, a segundos de los mejores tiempos, y enseguida me encontraba rodando sobre la bici para comprobar que la cosa iba a peor.
Si en el agua las sensaciones no fueron buenas, en la bici... mucho peor. Un dolor muscular general especialmente en cuadriceps, los responsables principales en generar watios para volar sobre el asfalto... hacían lo justo para ir tirando con un sufrimiento desmedido. Sabía que el rosario de germanos y de otras nacionalidades que me iba a dejar en evidencia sobre las dos ruedas iba a ser grande, pero aquello superaba con creces las peores previsiones. Uno tras otra, las ordas de bárbaros centroeuropeos me iban dejando en evidencia. Ni italianos, ni españoles, nada, no podía seguir la estela de nadie. Osea que ni queriendo hacer 'trampa', podía. Mi media me daba un mínimo de consuelo ya que rondaba los 35 kms/h, que era un dato más que decente, pero esa media empezó a bajar sin recuperarse más a la que empezaron las rampas con nombre y apellido. En esos lugares, mis carencias se hicieron más patentes y tan solo podía tirar de 28 para con la máxima agilidad posible, ir pasando los quilómetros de la forma más digna posible.
Más muestras ilustradoras de mi poca felicidad sobre la bici y en las cuestas...
El calor apretaba de lo lindo y la liviandad de la velocidad del viento lo hacían mucho más duro. No había refrigeración posible. Algunos compañeros comentaban que sus ciclocomputadoras les daban lecturas cercanas a los 40º en las rampas más duras...
Superaba a un Faustino que había hecho un parcial en el agua antológico, pero que en la bici se dosificaba sabiamente pese a su inexperiencia. Julio también caía pese a mi mala bici presa de las consecuencias de una gastroenteritis bien inoportuna.
Dos fotos muy espectaculares del giro para empezar la segunda vuelta. No parece que las cosas no iban demasiado bien...
Llegando a Klagenfurt en la primera vuelta, mi media rondaba los 33 y pico. Muy discreto registro antes mis altos intereses. Fue pasar por la zona de transición, recibir el apoyo de los seres queridos, y en minutos, ser adelantado por el alumno aventajado de la subsección 'campofrío' del equipo. Un Luli ambicioso y crecido, pasaba siguiendo la estela de un grupo de potentes triatletas. Yo estaba bastante hundido en esos momentos. Es una situación crítica al enfrentarte a una segunda vuelta con las piernas muy doloridas y con las ganas muy venidas a menos. Pero ese adelantamiento solo podía suponer dos caminos, acabarme de hundir en esa segunda vuelta y como quien dice, medio abandonarme a mi suerte con el único anhelo de acabar cuanto antes (la retirada jamás pasará por mi cabeza mientras vista un dorsal y mi organismo sea capaz de poner un pie delante de otro), o jugarme lo que creía no tener y apretar a 90 kms de empezar la maratón...
Escogí dejarme la piel y no dejar de verle el culito al Luli mientras mi cuerpo me lo permitiera. Sin volverme loco, pero dando un par de vueltas a las tuercas. Y así lo hice. Primero sufrí todavía más, pero llegó un punto en el que ya me daba todo un poco igual. En las subidas cortas de plato sufría mucho y perdía fuelle en la coronación, pero luego podía recuperar un poco. Iba haciendo la goma, incluso le superaba y le perdía de vista, pero luego me volvía a pasar él.
A la que llegó la zona dura del circuito, pensaba que quedaría rezagado para siempre de él y sus congéneres, pero no fue así. Sorprendentemente para mi, Luli tuvo que empezar a pagar la factura de su apuesta arriesgada, y yo, sin ir mejor que la primera vuelta, tampoco iba mucho peor, haciendo hueco poco a poco con él, y lo más importante, frenando definitivamente el ritmo de adelantamientos que llevaba arrastrando desde la T1.
El salvador piñón 28 volvió hacerme compañía durante casi toda la subida del 'hombre del mazen', y solo pensaba en dejar la bici y ver que pasaba por mi cuerpo a pie.
El tiempo era muy discreto. Ya era imposible rebajar marca y muchísmo menos 'oler' las ocho horas. Costaba encontrar motivos para seguir sufriendo. Uno de ellos era llegar cuanto antes a boxes y girar página. Un imput positivo, al menos no llegaban mis clásicas rampas en cascada. Traducción: en todas las pruebas IM que he disputado, a partir de cierto quilómetro y empezando siempre por el mismo músculo (basto interno pierna derecha), se iniciaba un proceso de rampas musculares que iban extendiéndose hacia otros músculos de las piernas llegando a veces a impedirme hasta mover las piernas (como me pasó en el half de Valencia de este año). El gran trabajo en cyclist lab, y la ingesta de sales minerales en cápsulas, lo hicieron posible. Si en un día de sudoración extrema, pidiéndoles a las piernas más de lo que me estaban pudiendo dar, y con rampas considerables, no sufrir de esas rampas para mi era algo fuera de todo pronóstico. Algo es algo.
Me encontraba en ese punto en el que mantienes la posición. Te va pasando algún caso extraño (porqué no te pasó antes??, o , porqué nadó tan mal si vuela sobre la bici??), y pasas a algún triatleta que no midio bien sus fuerzas o que entró en el proceso de rampas en cascada...
Llegando a Klagenfurt, debía ir repasando el proceso a seguir en boxes. Los objetivos no eran los de la salida, pero preferí seguir el guión y no desperdiciar segundos allí donde no he de invertir esfuerzo físico en limar tiempo al crono.
Transición 'sprint' para una larga jornada...
Otro pesar que rondaba por mi cabeza era el maldito neuroma de Morton. Con las nuevas zapatillas de ciclismo con máximo agarre, también me causó más presión en mis plantas de los pies y realmente no las tenía todas conmigo al 'aterreizar' en el box. Por suerte esta vez el dolor quedó latente y no me martirizó demasiado. Habían otras durezas que pesaban mucho en ese día.
El calor era en ese momento extremo. El cuerpo se había adaptado sobre la bicicleta, donde a excepción de las subidas más pronunciadas, algo de vientecillo corría. Además, tenías agua a mano casi en todo momento. El termómetro en alguno de los ciclocomputadores de compañeros les llegó a marcar los 39º en la subida del 'hombre del mazo'.
Soy un deportista con muy buena adaptación al calor. En los juegos de bomberos y policías de Barcelona 2003, corrí un tri olímpico a medio día de agosto, en una ola de calor muy acuciada que causó estragos en muchos competidores y que a mi no me afectó demasiado.
Pero estamos hablando de correr una maratón bajo un sol de justicia en muchos tramos, con muy poco viento refrigerante, y habiendo estado sudando 6 horas previas. Ya puede haber adaptación, que estamos hablando de excesos casi inadaptables. Pese a ello, salí sin nada que perder ni que ganar. La marca objetivo era inasumible, y pese a que siempre se puede ir a peor, no pensé demasiado en repercusiones de sobresfuerzos. Salí sin pensar demasiado a encontrar un buen ritmo; quería comprobar cual hubiera podido ser mi ritmo bueno en caso de haber tenido el día en las dos fases enteriores. Tenía que saber si pese a haber seguido entrenos básicamente extensivos, el día D, podía correr tan o más rápido que esos entrenos, durante mucho más tiempo.
Y con ese pensamiento, y poco más, me dediqué a coger ritmo en los primeros 2 kms. La gorra era imprescindible. Mi gorra de Kona 2002, con 10 años y 12 triatlones en distancia IM. Amigos inseparables. Duerme en una caja, la caja de los artículos de competición, y solo la saco en pruebas de muy larga distancia o alguna menor que lo merezca. Está recosida, descolorida, vieja, pero es una compañera de fatigas que por poco que pueda, mantendré a buen recaudo. Con la bisera 'palante' cuando el sol aprieta mi frente, 'patras' cuando lo hace por la colleja. Bajo ella almaceno el hielo cuando lo hay, las esponjas tan aliviadoras de agua cuando son suficientemente chicas. Ella se empapa con fresca agua que luego poco a poco va refrigerando mi cuerpo con ayuda de la ley de gravedad...
Fase álgida en el desarroyo de la carrera a pie. Marcando estilo en la vestimenta. Me sobraba todo.
Mi ritmo era bueno. Mi pie aguantaba. 4'20'' aproximadamente. No dejaba de pasar adversarios. El camino era todavía muy largo, pero esas sensaciones, bajo un calor asfixiante, paradógicamente eran las primeras 'agradables' desde que había tomado la salida. No quería pensar en el reloj ni en los quilómetros, pero era imposible. Cuando uno se acostumbra a entrenar siempre con un miniequipo de música en las orejas, cuesta mucho correr sin ella y no aburrirse, o no hacerse el camino más largo. Ya no soy capaz de salir a correr y divertirme. Siempre los mismos lugares, muchos años haciendo lo mismo. Iba por tanto calculando ritmos y tiempos mientras las cosas iban bien. A lo lejos y en el retorno del primer giro de 180º, veo a Jordi Arias a lo lejos. Era el único compañero de equipo que quedaba delante. Mi ritmo era más rápido; en principio solo era cuestión e tiempo. Cuando llegué a su altura, conversamos levemente. Había tenido que parar en el pennalty box y según me contaba, era incapaz de ingerir nada más allá de moléculas con dos átomos de hidrógeno y uno de oxigeno... El viaje a Klagenfurt había sido para el y su familia un pequeño calvario, con problemas en el desplazamiento de avión y habiendo podido dormir muy poco los últimos dos días. Todo suma en una prueba tan exigente.
Mi ritmo era entonces superior y después de desearle suerte, seguí mi camino. Tenía pensado ingerir el complemento alimenticio que había estado usando los últimos meses durante la fase de entrenamiento y en la Cursa del Llop y que tan buenos resultados me había dado, Fast Recovery de Golden Nutrition, pero mi presupuesto se había quedado corto y había dilapidado sobre la bici casi todo. Tan solo me quedaba para un bidoncito y este era dificil conseguirlo, pues no pude coordinar con Soraya el punto idóneo para ingerirlo. Fue demasiado tarde.
Pasado el km 10, mi tiempo era de poco más de 42 minutos. Demasiado rápido. Especialmente considerando ese día. En la media maratón, todavía era un gran tiempo, con 1h 34 minutos. Pero ya en ese punto, antes del 24, ví que iba a sufrir una importante crisis. Y lo peor es que no había forma de evitarla. Iba a llegar y listo. Por mucha agua que tomara, por muchas sales o geles que tragase, las fuerzas iban a fallar. Lo sabía porque son muchos años en esto. Lo que no sabía era hasta que nivel iba a bajar y cuanto duraría esa crisis. Coincidió el punto álgido con mi paso por segunda vez por la zona de meta en dirección al ultimo giro de 180ª en el centro de la ciudad. En ese punto al fin llegaba a mis manos el bidón con los polvos milagrosos, pero era quizá algo tarde. Mi mente fue débil y paré para darme un respiro y beberme el bidón con cierta calma. Luego me arrepentiría de la decisión tomada, pero tantos años venciendo la 'necesidad' de parar frente a una crisis en carrera, y ese día había perdido, al menos por unos instantes. Caminé pero no lo podía hacer rápido. Desastre. Me empecé a agobiar. Tanto esfuerzo previo y yo allí caminando, perdiendo preciosos segundos, quizá minutos parado. Pero realmente estaba mal y me convencí a mi mismo que desde ahí ya no pararía más hasta la meta. Y así lo conseguí.
Primero corrí muy despacio, con el único objetivo de volver a pillar sensaciones y de que las ingestas reparadoras hicieran su efecto. Una bebida energizante de las típicas que todos conocéis, con sabor antinatural y color granate, me 'ayudó' a creer que la recuperación ya era un hecho. Nunca pude volver a correr como en la primera vuelta, pero al menos corría, y cada vez quedaba menos para terminar el calvario. Empecé a hacer cálculos con lo que me quedaba entre manos y vi que se podía 'maquillar' el crono final. Mi objetivo era llegar dignamente al último giro y echar el resto en la recta final, de demasiados quilómetros por cierto.
No dejé un solo chorro de agua por interceptar. Pedía que el impacto fuera mayormente en el cráneo, pero aquella buena gente hacia lo que podía. Un par de niñas iban tirando besos a los maltrechos 'cuerpos' de deambulábamos por allí diciendo 'It's for you!', y uno recobraba los últimos ápices de fuerzas para seguir luchando. Los ánimos de la gente, lo mejor de esos momentos, sin duda.
Llegamos a un punto crítico y que me causó un malestar importante. Es imperdonable que no se cuiden algunos detalles como el de no poner una sola boya de situación en el retorno de la natación con el sol de cara, o que el posicionamiento de los últimos 2 quilómetros fueran erróneos. En cualquier carrera te puede fastidiar esa circunstancia, pero un una prueba en la que llevas luchando 8,9,10, 11 o las horas que sean, y al borde del hundimiento físico, lo que es el último quilómetro se convierta en los dos últimos quilómetros y sin saberlo, puede ser algo inhumano. Y lo digo porque en el supuesto km 41, mi tiempo era de 9 horas 54 minutos. Bajar de las 10 horas a priori no era ningún objetivo. Ya he bajado de esa barrera en diversas ocasiones y no suponía una meta, pero dado el transcurso del día, en ese momento lo consideré como un magnífico premio y resultado a tanto sufrimiento y empeño. Venía ya con el resto metido, algo recuperado de la pájara del 25, y a un ritmo que calculo era más rápido que los 4'30'' por quilómetro. Me tenían que sobrar como dos minutos, o al menos uno largo.
Iba corriendo y no me cuadraba. Ya había hecho ese recorrido en la primera vuelta y transitando por el supuesto último quilómetro, la meta estaba MUY lejos. Cada vez iba más rápido, y cada vez con más rabia y mala leche porque estaba comprobando la cagada en la colocación de esos últimos puntos kilométricos. Cuando volví a echar ojo al crono, ya estaba en el 59 y me hacían ir todavía lejos para el giro. Indignado y dejándome la piel para nada. Apreté como si estuviera disputando la carrera, y entrando en línea de meta, veo el 10 en primer lugar.
No hay más que ver la cara que llevo en esa recta final. Dista mucho de la cara que el 99.9% de los competidores se supone que han de llevar y de hecho llevaban.
Solo faltó que cuando iba a cruzar la meta y por tanto 'posar' para la típica foto-finisher, un palomo se parase como si estuviera en el patio de su casa a posar para la gente y ocupar todo el reducido espacio en plan estatua. Quedó una foto de llegada lamentable, pese a que tampoco tenía intención de pagar los dinerales que se cobran hoy en día por esa instantánea.
Ese final fue pues una muestra de como me sentí tras acabar la carrera. Deshidratado, asfixiado por esos dos últimos quilómetros echando el resto, desilusionado por el resultado final tras un larguísimo año pensando y pensando en ese momento e imaginándomelo de otra forma.
Días después he podido valorar un poco más tranquila y objetivamente el resultado y me he quedado algo más satisfecho, pero aunque quede algo pedante decirlo públicamente, esperaba mucho más de tanto y tanto esfuerzo invertido. Tiempo, sufrimiento, renuncias, dinero, salut, ... Muchas cosas que había puesto encima de la mesa en aquel 'juego', y las ganancias no me han compensado. Cuando todo tu entorno 'sufre' todo aquello que les has robado para apostar por algo, solo te verás recompensado si ese resultado entra dentro de tus aspiraciones. Si factores externos condicionan TU rendimiento (no el del global, como la ola de calor), puedes pensar que no has podido hacer más y encontrar así consuelo, pero en mi caso, yo no había estado a la altura de lo que creo que debería haber estado.
La recuperación post carrera fue también muy difícil. Ese sobreesfuerzo final creo que desencadenó un problema gástrico-digestivo que no es la primera vez que sufro en una prueba simiar, haciendo que fuese incapaz de ingerir nada sólido ni líquido tras finalizar la linea de meta. Era solo cuestión de tiempo. A la hora de llegar, retortijón de órdago y tras la pérdida de masa corporal de la peor calaña, mareo y demanda de auxilio al personal médico. Camilla y varios botes de sueros y medicaciones varias para poder levantarme. Estuve horas hasta poder iniciar la ingesta de agua y alguna cosita más. A las 6 horas ya estaba comiendome un entrecot a la barbacoa...
No se si será este mi último Ironman. Puede que sí. Especialmente de la franquicia IM. No tengo nada en contra más allá que todos sabemos que esto es ya un circo que alimenta un gran negocio con las bonitas siglas IM. Ya se ha hecho demasiado grande y lo tengo demasiado visto. Encima, son mucho más caros que el resto de alternativas. No quiero decir un 'hasta nunca' porque realmente no se lo que pasará, pero hoy por hoy, un mes después de cruzar aquella línea de meta, así lo creo.