sábado, 30 de junio de 2012

Klagenfurt, En capilla...

 Ascenso a la Collada de Tossas en mi preparación en la Cerdanya.

Doce meses después de tomar la decisión de volver a Austria en una masiva expedición de temerarios catalanes entre los que contamos con 15 pratenses y 8 bomberos de Barcelona (mis dos colectivos del alma), aquí me encuentro, en calzoncillos, estirado en la litera del albergue universitario de Klagenfurt, esperando que la gran hora se muestre inexorable ante nosotros.

El protagonista, el calor. No me puedo quejar. Siempre sueño con que NO LLUEVA, ya que el frío me ha jugado ya varias malas pasadas en importantes citas. Soy un hombre de calor, del sur, y por tanto, funciono mejor bajo un sol de justicia que bajo una cortina de agua helada. Sin embargo, el calor que vamos a sufrir va a ser desmesurado. Por primera vez, que yo sepa, se va a nadar sin neopreno en Austria, y ello comporta más inconvenientes y trabas en mi objetivo de mejorar mi mejor marca personal. Correr a más de 30 grados la maratón, tampoco ayudará, pero no hay excusas. Mañana saldremos a darlo todo.

Yo he hecho los deberes. Al menos los deberes que me ha puesto mi maestro desde hace un par de años, el gran ALVARO RANCÉ, que haciendo filigranas para sortear mis inadecuadas decisiones de calendario de estos últimos meses, ha ido diseñando mi preparación. Las dos semanas previas creo que han sido cruciales. Desplazandome a una comarca paradisíaca en estos meses estivales como es la Cerdanya, he entrenado como no lo he hecho en todo el año, acercandome o superando las 30 horas la semana pasada (preferí ni contarlo con exactitud), en cotas siempre superiores a los 1100 metros de altitud. Espero que sirva de algo...

Y para ilustrar esa recta final, ahí van unas fotos de mis entrenamientos en el paraíso:


Entreno en el lago Matemala, escenario del Altriman, a 1500 metros de altitud. No se para qué, si al final no voy a poder usar el neopreno...

 
Mi secreto. Baño de inmersión en una acequia a baja temperatura en Puigcerdà despues de cada entreno castigador. Sales con las piernas nuevas y las pelot...s algo empequeñecidas...

viernes, 22 de junio de 2012

Cursa del Llop - Capítulo 2


Al fin, o no, ahí va la segunda parte de la crónica... que tambien vienen densa...

TERCERA ETAPA: Kaiak mar: 16 kms.
Salgo como un toro del redil, ciego, sin pensar en hacia dónde voy. El kaiak es mucho más inestable de lo que yo estoy acostumbrado. Debería ser más rápida. El viento lo vamos a tener todo el camino frontal, completamente frontal, así como las olas. No son muy grandes, pero sin duda no ayudan. Por suerte, la inestabilidad de la embarcación no se ve tan afectada cuando el oleaje es frontal. 

 

Con las prisas no coloqué con suficiente holgura los topes de los pies, ni comprobé el timón. Ando de aquí para allá. A penas me atrevo a mirar el GPS de la muñeca para ver la velocidad de avance por miedo a desequilibrarme. No es la primera prueba deportiva que realizo por el delta, y ello me ayuda ya que conozco que el emplazamiento del faro norte del delta, es la mejor de las referencias para no hacer mucho más camino del necesario. A los pocos minutos veo una piragua volcada y la barca de asistencia ayudando al navegante desafortunado. Poco después veo a otro remero que se dirige a la playeta del interior del brazo norte que debemos superar. Parece que también tiene problemas. Mi velocidad no es mala. En muchos momentos supero los 8km/h, que parecerá poco, pero para mi está bien. En mi entreno en la costa brava unas semanas atrás, fui más lento.
Los puntos que veía en el horizonte, cada vez más cerca. Estoy tenso, no tengo claro el equilibrio del conjunto y prefiero remar y remar sin parar. Me ha dado también rabia la perdida estúpida de tiempo por pardillo. Voy superando embarcaciones. Los ‘cracks’ en esta prueba, remeros de verdad, con piraguas de verdad, ni se ven en el horizonte. Mi objetivo es otro, superar si tengo fuerza a todos los que tengo a tiro.
Tan solo me queda uno que parece navegar a una velocidad tan solo un punto inferior al mío. No creo que pueda con él. Se ha tapado mucho el cielo. Del calor infernal del reto del día, hasta tengo frío. Eso ayuda a remar con más determinación. Afortunadamente me coloqué una camel-back con bebida recuperadora y voy bebiendo lo máximo que puedo. Cada sorbo puede ser realmente importante en el conjunto de esta locura.
En el Sprint final hacia el arco de llegada, veo claramente que no habrá forma de alcanzar al compañero que iba a tiro de piedra. No hay problema. Hay que cargar la piragua al hombro hasta el arco de meta en la arena. Que putada. Una hora larga. Podría haber sido peor
No estoy exhausto, pero si bastante fundido. Incómodo, también. Voy lleno de arena, mojado, no hay lugar cómodo para cambiarse, pero, estamos en pleno parque natural del delta del Ebro, ¡¡qué narices!!. En meta tengo la agradable compañía de los hermanos Luís, que igual que hicieron tras la maratón de montaña, ahí estaban para apoyar. Gracias!!.

 
Desde la superorganización, montan una sardinada con alimentos varios que sirven de aperitivo. No he de desperdiciar una sola molécula reconstituyente, y este pescado azul viene cargadito de Omega 3, que en la tele lo recomiendan encarecidamente…
La complicada logística sigue a pleno rendimiento. El bueno de Miquel Armengol, amo de mi piragua, se encarga de subirla al remolque y me permite vestirme con calma. Me impregno de repelente de los dípteros más molestos, nuestros queridos mosquitos, banqueros y políticos, digo parásitos donde los haya… Llegamos al hotel, qué sensación!!.
Gran hospedaje; lástima que sea por tan poco rato. Nos mezclan a los ‘llops’ en habitaciones de 3. Perfecto, así compartimos batallitas y estrategias de superviviencia futuras. La cena estupenda. Al fin un primero, segundo y un postre… y con cubiertos!!. Buen servicio. Toca subir a intentar descansar. A las cinco de la mañana tocarán diana para desayuno… jeje. Mis compañeros se estiran en la cama. Uno roncaba, pero está tan petado que ni eso. Yo prefiero meterme una sesión de compex tirado en la escalera del hotel (vaya imagen…), para no molestar a los compis mientras quemo las teclas del móvil con el guasap. A las 12 pasadas, al sobre, a dar unas vueltas a la cama.
5 am. Desayuno. Intento que sea lo menos dulce posible. Como todo lo salado que pillo, y corriendo a por todos los trastos y a por la siguiente… Noche cerrada y repelente de mosquito al canto.


CUARTA ETAPA: Kaiak río: 24 kms, contra corriente…
Somos ya pocos los supervivientes con dorsal 600, pero todos muy animados. El día muy tapado, nada que ver con el anterior. Incluso chispea. Todo son prisas, hay que empezar a las 6 puntuales, que el día será largo… Entrar en la embarcación desde unas rocas ya tiene su qué. Esta vez me la juego sin el cubre. Quiero ir más cómodo, con las rodillas asomando. Me meto de nuevo el camel back bien completito y algo de fruta a mano. Van a ser unas tres horas de esfuerzo…
Las mañanas nunca son buenas para mi a nivel competitivo. Me encuentro tocado y pese a que es más que normal, ayer no me costaba adelantar a gente con la que hoy iba sufriendo a su estela. Tengo problemas con la dirección. Parece que mi timón volvía a fallar y se quedaba girado y por tanto frenándome frecuentemente… Las máquinas de ayer vuelven a volatilizarse de nuevo. Son unos cuatro. Me consigo meter en el grupeto siguiente. Vamos unos cuatro más. El ambiente es bueno y vamos charlando unos con otros, inimaginables en cualquier otra prueba competitiva. Vamos desde Deltebre hasta Tortosa. Una morcilla de camino.
Va lloviendo a ratos y paso hasta frío. Es muy pronto, no hay temperatura y voy desabrigado. Además vas mojándote continuamente. Llegando a Amposta, la cabeza de mi grupo hace un stop para comer y beber algo. Veo avanzado un compay 600 que nos había sacado unos metros y decido no parar. Sin pensar todavía en liderar el tiempo global de la carrera, no quiero tampoco desperdiciar oportunidades futuras. A la postre ese compañero seria el mejor entre los 600 de corto recorrido.
Se me hace pesado, pero el paisaje ayuda. Impresionante el río Ebro desde su cauce en una embarcación a remos. Lástima que yo soy el remero… Nuestros enemigos son las corrientes y las algas, que en verano hacen su aparición en masa al bajar el caudal del río. Me fijo siempre en los remeros del lugar y trazo su dirección hasta que me quedo primero del grupo y decido poner en práctica las enseñanzas que había ido adquiriendo con el paso de las horas y los quilómetros de río. He competido en diversas ocasiones en este río, pero siempre era en sentido contrario y nadando… nada que ver. En un punto en el que se ensancha mucho el cauce del Ebro, dudo del mejor trazado y giro la cabeza. Veo que mis seguidores se habían ido hacia la otra orilla. Hago lo propio y les imito. En esa maniobra, me alcanza dos y sigo con ellos un buen rato.
Ya queda poco. Llevamos más de dos horas y media sin dejar de remar y realmente tengo ganas de salir de la piragua. Tengo el culo y los lumbares rotos. De los brazos y hombros ya ni me quejo, esta es la última prueba que los voy a necesitar de verdad. En el tramo final, aprieto un poco me escapo unos metros. Finalizo con 2.53 a poco más de 8kms/h de media. Vamos bien!!.
Ducha caliente en Tortosa, comida controlada (toca correr!!), ropa, la misma que en la piragua. Ya la secaré… Vuelvo a coger el móvil y los phones… ya no hay peligro de que acaben en el estómago de un siluro.


QUINTA ETAPA: Media Maratón Montcaro: 21 kms, 1200 kms desnivel acumulado
Para esta etapa, a priori no voy muy preocupado pese al gran desnivel. Por suerte es toda de asfalto y hay muchos quilómetros con desniveles asumibles. La clave es ir lo más rápido posible sin destruirse para tener algo de tiempo para recuperar al máximo para la gran prueba del día, la larga. Una putadita extra. Tenemos que recorrer algo más de dos quilómetros extras que ni cuentan ni se contabilizan ya que se hace neutralizada hasta Roquetes, donde se encuentra la salida real. Voy parado. Fatal de piernas, obvio. La gente que solo hace esta, disfruta de ese calentamiento. Yo lo detesto. No quiero hacer un metro extra gratis.
Se da la salida e intento poner un ritmillo de poco menos de 5 el kms para adaptarme a la nueva tortura. Enseguida empezamos a subir. No es mucho, pero el cuerpo no está para hostias. Creo que voy el primer 600 y eso está bien. En poco tiempo me alcanza mi compañero de habitación y de remo, que en la maratón de montaña del día anterior, fue el único que mejoró mi tiempo en unos tres minutos. Una buena referencia sin duda pese a que el hace la ‘corta’. Me comenta que un buen ritmo es ir en la aproximación a las rampas de verdad a 6’ el km. Yo le hago caso y transito junto a él. No voy fino, pero creo poder ir tirando. El tiempo acompaña por fin. Esto con sol de justicia sería bien distinto. Mi compinche lleva a la familia de soporte y van animándolo continuamente así como avituallándolo. Yo estoy preocupado porque voy sin bidón (lo perdí en la maratón de montaña del sábado), y solo están dando agua. Le pido algún gel a mi amigo de fatigas y muy amablemente me ofrece ayuda. Buff.
Sufro a ese ritmo, pero sé que cuando empiece a subir de verdad, voy a caminar MUCHO, y una media maratón no se hace sola. Primer rampote y mi cuerpo me dice, soooooo. Camino todo lo rápido que puedo. Pierdo la estela de mi compañero. Otro 600, este si de la modalidad llop entera, me adelanta también. Malo. Creo que es justamente el que llevaba segundo mejor tiempo. No me pongo nervioso. Queda un mundo. Voy alternando trote ligero con caminata amplia dependiendo del porcentaje de la rampa, que en ocasiones se encarama en el 14%. El tiempo pasa muy despacio. La dureza del llop se hace notar. Recibo los ánimos de Albert Giner, que igual que en la maratón de montaña, coincide cerca de mí. Esta vez va en btt y intento convencerlo que caminar también es transitar rápido en algunas circunstancias.
Intento no mirar muy lejos en el horizonte, porque eso te mata cuando tus piernas van tan justas. Los 600 que llevo delante, dos, no se pierden tampoco demasiado en la distancia y eso me alienta. Paro en el único avituallamiento potente que encuentro en la parte dura y me meto unas almendras con membrillo e isotónico. Buen cambalache para resistir un poco más. Empiezo a oler a meta. Mi Garmin así me lo confirma. Hasta me encuentro algún pequeño descenso asfáltico que duele más que ayuda, pero al menos reduce el tiempo de espera para cerrar la etapa.
Cruzo la línea de meta animado por el speaker que precisamente es el mismo del Ironcat, donde me tienen ya visto en diversas ocasiones. BIEEEEEEEEEEEEEEEEN.
Han sido 2h 16 minutos, mi peor marca en una media maratón… jeje, pero como para ir más rápido hoy…
Tengo ya mucho ganado para ser ‘finalizador ‘ en el llop, y muchas opciones de ser mejor marca. Ya empiezo a querer ser el mejor tiempo. Así somos los competidores, queremos siempre más!! Y menos mal de ello…
Como todo lo que puedo. Jamón, pan con tomate, tortilla, frutos secos… Nuevamente salado. Una visita al señor Roca y ropita seca y nueva… Dudo en llevar camel back o no . El tiempo parece que se mantendrá tapado por lo que no creo necesario llevar demasiado líquido. Así no sudaré la espalda y eso que me ahorro. 

 no tiene nada que ver con estas etapas, pero la he descubierto ahora... qué posición más pro.. como veis, intento no ir pegado, entrenando para Austria...

SEXTA ETAPA: Marcha BTT: 110 kms, muchos metros de desnivel acumulado… (murió batería gps a mitad de etapa)
Esto ya huele a reto conseguido, pero no puedo bajar la guardia. Aparentemente, pese a tener los músculos muy deteriorados, como he regulado todo lo posible y he cuidado al máximo la ingesta de líquidos y sólidos, con mucho énfasis a los batidos de proteínas, recuperadores y sales, parece que estoy bastante entero. Un inconveniente añadido es que no he tocado la btt en meses, pero parece que el recorrido es pistero. Yo a asegurar. Tengo el llop casi en la mano, solo hay que tener la cabeza fría y un gran coraje. Jamás había hecho tantos quilómetros sobre una btt, y lo iba a hacer tras más de 15 horas de esfuerzo. Estem torrats!!
Dejo que la gente con energías de sobras se lance y miro de colocarme en un grupeto cómodo que me sirva de guía en cada dificultad técnica, cada agujero. Todo ayuda.
Voy con pocos útiles de emergencia. Tan solo una cámara, una bomba de aire y una multiherramienta sin tronchacadenas ni eslabones de recambio. Confío en la revisión final que le hice y en el tuberless recién impregnado de líquido en la rueda trasera, la que más sufre. El terreno era pedregoso y eran muchos quilómetros, pero mi inexperiencia en este tipo de pruebas me dio una buena lección.
Llevaba menos de 20 minutos. Descenso rápido, rectilíneo y pedregoso. Siento un ruido extraño. Voy de pie, semiflexionado y noto como se me desintegra el sillín… ¡’¿?¿¡?¿
Qué coño está pasando??. Había cambiado el sillín el día antes de viajar a Tortosa. El que llevaba era muy estrecho e incómodo para tantos quilómetros. Juraría que lo había atornillado bien, pero quedó claro que no. El sistema de anclaje es complejo, no es el convencional. Pierdo en el percance diversos tornillos que hay que encontrar. Mierda. Me tiro a la cuneta y empiezo a buscar. Nervios. La gente pasa y pasa, el tiempo también. Consigo recuperar todos los tornillos, milagro, y con la multi, voy haciendo. Pierdo quien sabe cuanto y lo apretó y coloco como puedo. Hay que recuperar, pienso. Las piernas, con la mala leche, van solas. Recupero bastantes posiciones y tras un rato de soledad en un ascenso largo y algo duro, veo uno de los 600 con los que no había dejado de hablar en otras pruebas, todo un clásico en el Llop, en Carles. Tras desahogarme un rato, decido avanzar. Sorprendentemente, las piernas me están respondiendo mejor de lo esperado y siendo cauteloso, uso desarrollos lo más suaves posibles, con la técnica del molinillo continuamente. Uso todo el desarrollo buena parte de las subidas. No tiene sentido alguno tirar de plato mediano en esa situación.
Mi moral es alta. Alcanzo al 600 que me aventajó en la media maratón en 3 minutos y va segundo en el cómputo total. Le llevo bastantes minutos y la tranquilidad me embriaga.
Los quilómetros siguen pasando y algo empieza a torcerse. Me veo clavado en alguna subida y miro la llanta trasera… Si, voy deshinchado. El tuberless de los coj…nes no ha cumplido su cometido… Quiero pensar que ha sido un deshinchado fortuito (que iluso), y me paro en una curva a hinchar. Me alcanza entonces el grupo de 600s delanteros al que había dejado atrás. Mierda otra vez. Vuelvo a cabalgar con rabia y los alcanzo. Los vuelvo a dejar atrás y la llanta vuelve a bajar… Rabia al cuadrado. Tengo que tomar una decisión. Así no voy a llegar. He de cambiar cámara, pero solo llevo una…
Me paro y empiezo maniobra. Me ve un motorista que iba de asistencia de un compañero. Se portan como ángeles y me echan un cable. Me dan una cámara y hasta me hinchan la rueda para que no me canse…
Ya no me puede pasar nada más!!, digo. Son cuatro contratiempos, cuatro paradas ya consumidas, y los 600 ni les veo en el horizonte. A ver si me viene ahora una pájara y se me escapa ese top time… Mis piernas vuelven a funcionar bien. No me lo creo. Alcanzo a mis rivales, mis compañeros, mis amigos ya casi.
La cosa vuelve a ir mal. No puedo ni creérmelo. Miro y la llanta vuelva a besar la tierra… ¿Qué demonios pasa aquí?... Vuelve a parar, pinchazo al canto. Cambio la única cámara que afortunadamente llevo por la caridad de la asistencia. Veo en la cubierta un viaje de una piedra que se ha comido un taco… Ahí debe estar el origen de todo… Cambio y le meto de nuevo fuerte. Llego a alcanzar al mejor 600, mi ‘rival’, y transito con él muchos quilómetros. Llegamos al punto en el que la marcha ‘corta’, inicia el descenso a Tortosa. El resto todavía tenemos que meternos un puertaco más. Las fuerzas van recortándose, pero todavía hay alegría en mi pedaleo. Como más almendras, la clave en este finde (saladas y nutritivas… y RICAS). Iniciamos el ascenso ‘final’. Me comenta el company que se trata de una subida dura. Vaya, justo ahora. Enseguida le doy la razón. Vamos al mismo ritmo, que ya me va bien en esa situación.
Me veo ya en Tortosa con el mejor tiempo. Estoy feliz. El sol ya luce con fuerza, pero dada la hora de la tarde, ya es casi inofensivo, y más a más de 1000 metros de altitud. En uno de los peores rampotes, me llaman al teléfono. Evidentemente, nadie cogería el teléfono en una situación así, pero yo si. Tenia que asegurar si venía Soraya a recogerme a Tortosa. Ella venía de la liga de clubs de triatlón y medio quedamos que vendría a verme llegar y conducir el coche de regreso tras las palizas. No consigo hablar por la maldita cobertura y vuelvo a perder tiempo y tracción para volverme a subir en medio del subidón. Arrastro la burra hasta que puedo cabalgar. Pierdo la estela de mi company. Otra vez!!
Me relajo y vuelvo a coger ritmo. En el primer descenso que alcanzo, adelanto dos ciclistas y noto algo raro. No quería mirar. Pero lo tuve que hacer… Otra vez, si. Ya no tenía manera de solucionarlo, tan solo esperar suerte, que volvió a materializarse en la moto milagrosa… Tenía la cubierta con un brete que me podría hacer volver a pinchar nuevamente. Por milagro 2, llevaban una cubierta algo gastada pero correcta, y su última cámara… Ya no podía pasarme nada más allá de la más de media hora que ya llevaba perdida entre todo. Perdí la cuenta de todo lo perdido, la verdad.
La rabia seguía en aumento y ello me ayudó a no pensar en las mil horas de esfuerzo que llevaba. Tan solo quería pedalear y pedalear con todo lo que tenía para no perder coba con mi ‘rival’.
Aleluya, coronaba el punto de inicio de la marcha y solo quedaba el descenso rapidísimo hacia Tortosa. Salvo catástrofe, la cosa estaba hecha.
Disfruté, saboreé como pocas veces en mi vida un final de etapón tan ‘cómodo’, pudiendo reflexionar y repasar todas las vicisitudes que seguro todos mis compañeros de fatiga también habrían podido compartir (seguramente en btt me llevé la palma…).
Entrada en solitario en el parque de Tortosa, con público y ánimos del speaker, que se había enterado de todos los problemas técnicos que había pasado sobre la btt.
Una alegría inmensa que es la que justifica siempre semejante aniquilación de células humanas. La ilusión todo lo puede.
Cuatro supervivientes recibimos la figura del Llop de cobre bañada en plata como finalizadores de la larga, pero todos subimos al pódium. En mi caso, gran orgullo por ser nombrado el mejor tiempo de los supervientes. No necesitaba ningún otro premio o gratificación.
Valió la pena.




 Podium de 'triunfadores', porque aquí todos triunfamos!!

domingo, 10 de junio de 2012

Cursa Llop - Capitulo 1


Jueves 31 de mayo. Entro de guardia en el turno E, el que me precede habitualmente. Era la única forma de poder desplazarme a Tortosa el día del brifing de la Cursa del Llop y hacer por una vez bien las cosas, sin prisas, con relajamiento. Parece que voy a tener un día poco descansado en el parque. Con la campaña forestal, toca ruta preventiva por Collcerola tras la comida y lo peor, TODA la noche hay que colaborar en un rodaje de un anuncio de AXE en una zona industrial en desuso en el que van habrán escenas con fuego real. Somos tres candidatos a ir como responsables de la dotación. Espero que no me toque a mí.
Pues me equivoco, al final me toca y encima, el ratín que nos tomamos si los servicios lo permiten para descansar tras el arroz de mediodía, lo paso en el recorrido forestal que también me ha tocado hacer…
En el rodaje nocturno, veo muchos compañeros del cuerpo. El prota, Leo Rico, bombero de Barcelona y multideportista, es hoy en día un cotizado modelo-actor publicitario que últimamente no para de rodar anuncios importantes, y este lo es; la conocida marca de desodorante masculino no se anda con chiquitas y lo va a lanzar a escala mundial. El argumento es típico de la saga AXE: superhéroe bombero salva a chica-axe de morir quemada jugándose el tipo, pero como no lleva AXE, lo deja tirado al ver a lo lejos un astronauta más sencillito que si lo lleva puesto… (cosas de publicistas). Por medio, varios compañeros bomberos de figuración especial llevándose un buen pellizco por el rodaje, y el menda no solo cobra lo mismo que si estuviera descansando en el parque, sino que empieza a desgastarse de cara al finde lobezno… muy alentador. Las 7 horas de rodaje, en pie moviendo mangueras, camiones, etc, etc.
Viernes mañana. Llego a casa con los ojos vidriosos y me echo un rato. Cuesta dormir. Todavía no he preparado la mega-maleta que necesitaré para la carrera. Este es uno de los puntales de la carrera. Hay que pensar que encadenar seis pruebas de larga distancia sin prácticamente tiempo para recuperarse un poco, comer, beber algo y aderezarse para la siguiente, requieren de una organización máxima. En una prueba así puede llegar a hacer falta: bici carretera y accesorios (casco, herramientas, infladores, guantes,  alimentos, …), btt y accesorios, piragua de mar, piragua de río, remo, chaleco salvavidas, cubrebañeras, zapatillas de montaña, zapatillas de asfalto, gorras, gafas varias, prendas de todo tipo, recuperadores, super-botiquín,… En mi caso, el tema piragua se facilitó enormemente al prestármela el gran Miquel Armengol que me la dejó a pie de playa en la tercera prueba del primer día. Gran Miquel!!
En fin, MUCHAS cosas que de entrada deben ir en una bolsa gigante para tenerlo siempre todo junto. Dentro, otras muchas bolsas según pruebas o capítulos.
Con todo listo y un tupper bien cargadito de alimento, me dispuse a bajar camino de Tortosa con algo de retraso. Por desdenes del destino, coincidió la Cursa del Llop con la Liga Nacional de triatlón, y tanto mi pareja Soraya como alguno de mis compañeros más allegados, no podían acompañarme. Siempre es positivo y confortable tener alguien que te acompañe y ayude en semejante reto, pero hay que entender la paliza que supone dos días de dedicación exclusiva.
Ya en Tortosa, la primera sorpresa agradable. Tras el brifing de la carrera, empiezan a sacar comida tal que boda o mejor dicho, menú ‘Chamorro’, con sus croquetas, su tortilla de patatas, su pan con tomate y jamón, patatas bravas, pizzetas, cerveza y bebidas varias… ¡¡Ole tú!!
Con los dorsales en mi mano, me encaminé al hostal Virginia, donde por un módico precio de 21 euros, habitación doble con AA, wifi, superbaño, TV, … Pese al copioso ágape de bienvenida lobezno, preferí seguir alimentando la caldera con el arroz que traje. El desgaste iba a ser enorme y el tiempo para comer como Dios manda entre las etapas era inexistente. Dejo en una nave que había en un gran parque de hay en Tortosa todo mi material a cargo de la organización, que dispone de un vehículo y un voluntario exclusivo para los 15 únicos participantes que hacemos todas las etapas de la cursa: JORDI CID. Él estará con nosotros las 48 horas, cuidando todo detalle. De diez.
La última sesión de compex mientras me conecto a la red y ultimo la estrategia.
A las siete salto de la cama y mientras veo un documental de salto base en paracaídas (…), para no pensar demasiado en lo que se avecina, me como unos yogures y poco más. Ya había cargado a tope los depósitos por la noche. Ataviado con un fresquísimo maiot Scott prestado por otro grande, Richard Calle, me encamino a la primera de las salidas del día. Tengo sueño, eso si, pero voy con muchas ganas. El día, radiante. Bonito pero peligroso.

Cabeza de carrera en el inicio del primer puerto

PRIMERA ETAPA: Marcha Cicloturista: 182 kms, 2400 mts desnivel acumulado
En el punto de salida reconozco a algunos participantes, destacando a los hermanos Luís, compañeros de equipo y Carlos encima bombero de Barcelona como yo. Es agradable sentir el apoyo de los amigos en días así. La salida es neutralizada y la organización retiene bastante el ritmo del pelotón por prescripción de los Mossos d’Esquadra, que no quieren un grupo excesivamente estirado. Nos llevan así hasta las primeras rampas del puertaco del día.
Mis sensaciones musculares no son nada buenas. Yendo ‘parados’, me cuesta pedalear. En los primeros escarceos, decido no perder contacto con el pelotón delantero para evitar quedarme en tierra de nadie tan pronto.
Cuando empieza la subida larga del día, pongo el ritmo que me corresponde y voy juntándome con algunos ‘600’, los que partimos con el objetivo de acabar siendo ‘llops’. Mi dorsal, el 604. Parece que lo hacemos a propósito, pero en un momento dado de la subida, hasta 6 de los 15 llops transitamos agrupados. En un momento dado, uno de ellos nos pasa a una velocidad desmedida. Tiene patorras y pinta de conocer bien el terreno. Ni me inmuto, no tiene sentido ir a por él, ni creo poder a ese ritmo.
Mis piernas van ‘frescas’. Me encuentro incluso mejor que al salir y tengo fuerzas para moverme entre los grupos que vamos escalando la cima del día. Divisando el final del puerto, decido dar un par de vueltas a las tuercas y alcanzar a los más adelantados que diviso frente a mí y lo consigo. En el descenso, alcanzamos a un par de 600 que iban por delante. Si no me fallan los cálculos y pese a que mi objetivo no ha sido nunca el ir a Tortosa a por el mejor tiempo en la carrera, está bien saber que voy entre los más rápidos especialmente cuando mis sensaciones son de gran comodidad. Nos enfrentamos a quilómetros y quilómetros de terreno favorable en el que voy muy fino y aprovecho para comer todo lo que puedo. Incluso soy de los que más relevos dan del grupeto porque sinceramente no me cuesta darlos. Bien. Acercándonos a Tortosa, punto en el que finaliza el recorrido ‘corto’ de 120 kms, se nos une un ciclista expontaneo que tira quizá demasiado y rompe el grupo .Yo no tengo problemas en adaptarme al nuevo ritmo, pero veo que no me beneficia. No obstante, la euforia acumulada ante tanto bienestar pedaleístico en el descenso me hacen apostar por continuar ahí. Para el recorrido largo, nos quedamos 4, que enseguida empiezan a dosificar las fuerzas en el inicio del primero de los tres puertos que contenía el bucle ‘extra’ de la etapa larga. Veo que me ‘marcho’ solo y tengo que tomar una decisión. ¿Paro ritmo y me escondo en el cuarteto, o voy haciendo aprovechando que el terreno es escarpado y no parece tan necesario el arrope de otros ciclistas?
Me creo superman y decido, no solo tirar palante, sino saltarme un avituallamiento colocado en una zona en la que resultaba absurdo parar. Error. El calor que acumulamos desde hace más de 5 horas pasará factura.
El último puerto se me hace ya pesado. El viento lleva rato pegando frontalmente y aunque no es de gran intensidad, no ayuda. Adelanto al ilustre Manu Juárez, que ha pillado una pequeña pájara y participando como relevista queda atrás rápidamente. Los últimos 20 kms se me hacen realmente pesados.  Voy completamente seco hace rato. Me paro incluso en un pueblo en una fuente, y ESTÁ SECA… Intento mantener los 30 kms/h por aquello de bajar de las 6 horas totales. Llegando a meta, mi reloj marca 5.59 pero tras unas pequeñas dificultades en la lectura del código de barras de mi dorsal, acabo marcando un tiempo oficial de 6.00.03… No pasa nada.

 Eufórico tras las buenas sensaciones de la primera etapa, rumbo a la ducha. Calor, mucho calor...

Podría estar peor. Las buenas sensaciones en la segunda mitad del recorrido se habían perdido un poco en esa desgastante parte final, pero tenía una hora para recuperar, y eso era mucho en el Llop.
Lo primero, batido de proteína, luego, ducha fresca y ropa seca con los compresivos de gemelo y cuádriceps. No puedo evitar meterme en el cuerpo una morcilla de arroz a la brasa, entre otras cosas sólida, al dirigirme a las duchas… lo pagaría más tarde.
Solo faltaba intentar un rápido masaje de descarga para ayudar algo más al cuerpo a limpiar toxinas.
No hay tregua, tras pillar un bidón de bici, gorra, y móvil con auriculares (esto no es una competición de alto standing en este aspecto y se hace la vista gorda a los autistas que como yo no sabemos correr sin música). Tan solo me coloco los compresivos inferiores, que además son blancos y con la solana que cae, ayudarán. En el bidón, polvos mágicos sin agua para diluirlos en el primer avituallamiento que pille en la subida. Mi pantalón corto corto, con mucha vaselina en la entrepierna y camiseta blanca hipertranspirante SCOTT. Estaba listo para enfrentarme a la peor etapa del Llop, la que más bajas causa, la más desgastante según me habían contado, y con el calor y sequedad extrema para lo que llevamos de año (32 grados al parecer en plena montaña), ya puedo ir rezando.

Seleccionado las canciones, listo para entrar en el infierno pedregoso

SEGUNDA ETAPA: Marató muntanya: 32 kms, 900 mts desnivel acumulado

La salida me la tomo extremadamente tranquila. Con el Garmin regulo ritmo rondando en torno a los 5 el km. En seguida empieza el calvario. Unas pronunciadas rampas que te fríen al instante. Lo tengo claro, solo correré cuando el esfuerzo sea asumible, sino, caminaré lo más rápido que pueda. Son 32 kms y tengo 4 horas. Aparentemente fácil, realmente, difícil. Son cerca de 900 metros de desnivel que se hacen casi todos en los primeros 15 kms. El primer tercio de la carrera es durísimo, subiendo por un barranco, un cauce seco en el que se hace muy difícil propulsarte. Los pies pierden tracción en cada paso, las piedras, la gravilla, se mueve, y vas cuesta arriba… No deja de adelantarme gente. Ellos no han hecho los 182 kms antes… Es mi único consuelo. Mis dotes de escalador en largos recorridos son muy malas y sufro, sufro MUCHO. Hay que alcanzar un parque eólico, y se ve muy lejos. Se intercalan algunas bajadas técnicas que todavía duelen más que la subida. Intento beber a lo bestia. En cada avituallamiento, y hay muchos (bravo a la organización), relleno el bidón. Voy alternando vasos de sales y de vez en cuando, y como membrillo, azúcar y almendras. No hay geles. Esto es el Baix Ebre, no un Ironman. Dieta mediterránea, sí señor.
Acercándome a los megaaerogeneradores, me alcanzan y adelantan un par de 600. Seria bueno aguantar su estela pero no me obsesiono, queda mucho. En lo alto, me paro un rato a ponerme los compresivos de cuádriceps. Me han dicho que la bajada se hace dura al descender carreteras y pistas asfaltadas con pendientes pronunciadas. Quiero proteger al máximo la musculatura para el domingo. Voy muy justo de fuerzas, pero veo muy al fondo, en el horizonte, la anhelada meta en l’Ampolla, tierra de triunfos para mi en el pasado. Cuando consigo recuperarme mínimamente, alargo zancada con el único objetivo de llegar antes, no de avanzar a nadie, pero una cosa lleva a la otra y van cayendo escaladores que cuando el asfalto hace su aparición, pierden fuelle. El calor aprieta de lo lindo, y pese a ser mi medio preferido para competición, ya son casi 9 horas sudando… jeje. A lo lejos diviso al candidato a llop de las patorras que me había sacado las pegatinas en bici por la mañana en la subida del primer puerto. Está fulminado y camina. Yo voy parando a caminar cuando veo un repecho de más de dos metros, pero en el global, voy más rápido que él…
En estos momentos de la carrera, todavía ni pienso en mi posición relativa en carrera, como ya he dicho, objetivo: llegar vivo. Durante todo el descenso, voy compartiendo recorrido con Albert Giné, un ilustre de esta y otras carreras que acompaña a un relevista. Va muy fresco y me anima a no parar a caminar, pero yo le cuento que vivo en un delta, y lo máximo que subo entrenando son las escaleras de casa al regresar del entreno…
Recta larga, vemos a dos competidores fuera de la carretera y no entendemos nada. Cuando vemos unos pies asomando perpendicularmente a la carretera, la cosa tiene sentido. Un corredor grogui se ha salido de la ruta. No reacciona; casi inconsciente. Me paro y le echamos el agua de mi bidón por la cabeza. Suelta sonidos guturales. Parece que el pobre iluso quiere seguir corriendo. Negativo. Está para llevarlo en helicóptero al hospital. Conseguimos parar a unos ingleses en un todoterreno. Como podemos, lo cogemos entre cuatro y lo metemos en el asiento del copiloto. Es muy grandote. Le decimos que lo lleven YA a la meta y busquen la ambulancia. Luego nos contaron que acabó ingresado y con cierta gravedad, aun que no sufrió consecuencias irreversibles. Allí me olvidé el bidón que llevaba. La sangre que llega al cerebro es la justa.
Estamos entrando en l’Ampolla, y la neurona que queda activa en el cogote, trabaja. Cuatro años de vivencias en el Ironcat con sensaciones muy parecidas a las que arrastro en ese momento. Los últimos 400 metros de la carrera se solapan con la maratón del propio Ironcat. Cruzo la línea de meta con 3h 30min.


Cruando línea de meta. Parezco entero. Miento.


Esta es la realidad tras cruzar linea de meta...

 Es un buen tiempo. Tan solo superado por 3 minutos por otro 600 pero que está compitiendo en la modalidad ‘corta’, en la que se ahorran 62kms de bici de carretera el sábado, y 25 kms de btt el domingo.
Intento volver a tomar el batido de proteína. El estómago se queja. Muchas horas de deshidratación y mal comidas. Me muevo lento, pienso lento, bebo lento, como lento.
 Dirigiendome a la piragua. La misma ropa que corriendo... no hay tiempo y le vendrá bien un poco de agua fresca...

Me confío en el margen que tengo y tras organizarme bien y ser ayudado por mis compañeros Carlos y David Luís, que van a seguirme tras su participación en la bici de la mañana, Miquel Armengol me confirma que ya tengo el kaiak y el chaleco salvavidas en la playa esperándome.
Me dirijo hacia allí con muy poco margen pero confiado. Han llegado in extremis unos cuantos 600 que peor lo tienen. Mi kaiak se encuentra en la arena, precisamente en el punto en el que se da la salida del Ironcat los últimos años; eso si, hoy el mar está muy movido, con viento de cara para toda la etapa. Qué más da una dificultad más, ya son tantas…
Cometo el error de pardillo de no comprobar el material con margen de tiempo suficiente. La piragua que me prestan es de fibra, rápida pero poco estable para no piragüistas. Lo peor, los topes para los pies y el mando del timón están colocados para piernas sensiblemente más cortas que las mías… mierda. No conozco esa piragua. Miquel me ve y me dice cómo modificarla. Problema. Una de las piezas que hace falta extraer es un tornillo con cuya cabeza plástica se está rota. No se puede sacar a mano. Yo no quepo en la piragua, la prueba va a empezar… Me veo fuera del Llop por gilipollas, y perdón por la expresión. Dan la salida y me permiten intentar arreglarlo por tratarse de una ‘avería’ y haber estado listo para la salida físicamente. Pido socorro a mi entorno y consiguen un par de herramientas. Con la primera no hay forma, con la segunda, la pieza se mueve… pero poco a poco…

 No hay forma de hacer girar el tornillito de los coj...

Los minutos van pasando. No domino como va el mecanismo y no estoy para ostias con las 9 horas de machaque en el cuerpo. Consigo colocarlo, ‘más o menos’. Quepo dentro de la embarcación. No quiero perder más tiempo. Los compañeros ni se ven en el horizonte. Perdidos al menos 10 minutos. Salgo como puedo. Eso era lo importante, empezar a remar y a remar.

Al fin, a por ellos!!

martes, 5 de junio de 2012

Soy LLOP

Valió la pena. No voy a olvidar fácilmente el fin de semana vivido por Terres de l'Ebre. Tras veinte ediciones de este 'acontecimiento' deportivo, al fin quise/pude estar en la linea de salida. Ya en 1996 descubrí un tríptico en el también mítico triatlón de Jesús en el que se hablaba de la Cursa del  Llop, y ojeando la información, se me encendió la luz. Tenía que hacer algún día esa bestialidad, no había duda.


El cuando fue el problema durante muchos años. Al no tener una fecha fija y no existir internet (quien puede imaginarselo ahora...), siempre llegaba tarde, o no me enteraba, o había alguna otra cita deportiva solapandose. Está claro que uno no puede pretender acabar si quiera esta matada sin estar muy entrenado y sobretodo muy mentalizado. No se puede improvisar de ninguna forma y te hipoteca carreras posteriores.

El 2010 fue el año de inscribirme, pagar y prepararme para ella. Dos días antes, caí enfermo fulminado en cama sin poder ni levantarme. Tener niños pequeños en casa tenía esos problemas, y pese a que me pongo malo una o ninguna vez al año, tuvo que ser aquella semana... En una llamada inextremis al 'capo' de la carrera, Enric, se me concedió el privilegio de postponer mi inscripción un año. Transcurrido ese año, la fecha se acercó demasiado al mundial de policías y bomberos en el que me preparé duramente para pelear por el oro en la carrera vertical, algo que no tiene nada que ver con esto ya que estamos comparando 5-6 minutos de esfuerzo máximo a más de 20 horas, es decir, 1200 minutos...
Rogué entonces un segundo retrase y me fue concedido. Afortunadamente, el mundial me salió rodado y conseguí mi objetivo, así que no podía volver a dejar la oportunidad de participar, de intentar ser LLOP en el 2012.

Alvaro Rancé, mi actual líder espiritual y deportivo, me desaconsejó en principio hacerla teniendo como objetivo deportivo del año el IM de Klagenfurt con elevadas pretensiones, pero no podía dejar pasar una oportunidad así y llegamos a un acuerdo.

Ya dentro de la planificación, lo único que he hecho, sinceramente, pensando en esta carrera, es ir un día a la costa brava a aprovecharme de la amistad del sargento Ros (en mi mismo parque de bomberos), y remar 16 kms para comprobar que pese a mi lesión en la muñeca, podía con esa distancia.

El resto ha sido mi entreno habitual de larga distancia en triatlón, con ausencia excesiva de entreno con desnivel en carrera a pie. No se lo achaco a Alvaro, sino a mi ciudad, en pleno delta y por tanto, más plana que Holanda. Me he acordado bastante de mi nula capacidad escaladora durante estos dos días...


 La cara lo dice todo: fatiga+satisfacción. Atención al trofeo bañado en plata de los Llops...

Pero vayamos al fin al tajo, a la crónica de semejante reto deportivo.