domingo, 10 de agosto de 2014

'Dobaño Style'

Dos años después de mi última entrada, reemprendo mi actividad bloggera con una referencia y una historia recientes que describen en cierta medida en lo que me he convertido: 'Dobaño Style', dos palabras que unidas pretenden definir una manera de enfocar o hacer algunas las cosas, diferentes a lo convencional. Todos somos únicos, todos somos no-convencionales por definición, pero algunos nos salimos, tal vez, más de la media y eso acaba generando controversias buenas y malas.

Yo no inventé ese doble término. Alguno de mis más allegados lo han ido acuñando a base de conocer mis acciones y reacciones. Así de sencillo. No soy ni mucho menos un tipo especialmente valiente y tirado hacia adelante en todo. A menudo en mi vida personal, dudo demasiado y no doy pasos que serían necesarios dar, pero en otros momentos, y como de un reto de autosuperación necesario fuera, soy capaz de hacer cosas seguramente nada fáciles. Esa 'necesidad' de buscar mis límites y ponerlos a prueba, me hacen sentir vivo, fuerte, capaz de vivir el día a día, que bastante difícil se pone en numerosas ocasiones. Diríase que es como una especie de droga inofensiva (según como se mire...), que me alimenta el espíritu.

Foto de un rincón en las termas del Jordan
Y para ejemplarizarlo, mi última 'aventura' vivida en el corazón de la argentina provincia de Jujuy, al límite con Bolivia. Dicho territorio, es una bella tierra de contrastes en todos los campos y en el natural, también. Pasas del más árido de los terrenos, a frondosos bosques subtropicales (Yungas), en cuestión de minutos. Las Yungas son reinado del feroz Yaguareté (jaguar para nosotros), y en mi demasiado tranquilo viaje con mis padres e hijos chicos, supe de unas hermosas termas naturales que brotan en medio de la yunga profunda, formando un río de aguas termales que en su corto recorrido, engloba tres ollas y una cascada antes de fundirse con el río Jordan.

El problema, lo remota de su ubicación respecto a la población de cierta entidad más cercana; en este caso, Calilegua. Según nos contó el responsable de nuestro hostel, el ingeniero Benitez, necesitabas de dos horas y media de angosta ruta forestal de ripio en alta montaña primero, para luego acceder a un antiguo camino Guaraní, que según las indicaciones que encontré por internet, requerían de un guía y de la ayuda de cuerdas en el descenso final. Las fotos eran atractivas y llevaba 'demasiados' días oxidado, sin hacer nada intenso o mínimamente motivante. Me sentí atraído, casi hipnotizado por la idea de llegar allí compaginándolo con el hecho que a las 10 de la mañana, debía estar operativo en la hostería para efectuar el check-out  antes de proseguir el viaje familiar en el que estaba inverso.

El reto no era pues nada fácil. Sobre el papel, cinco horas de conducción, y otras cinco horas de trayecto a pie. Eso si no me perdía en un territorio que no había pisado nunca, sin mapas ni indicadores en el bosque más que la trazada de un camino que podía confundirse con otros caminos de pastoreo y de ruta caballar. Confié en mi instinto, y en el Angel de la Guarda que hasta ahora nunca me ha abandonado.

Puse el despertador a las 5:15 am. Avisé a mi madre para que fuera a dormir la parte final de la noche en mi habitación con mis hijos (el relevo...), comí dos piezas de fruta, y cuan Carlos Sainz de tercera división, pisé el acelerador. Era noche cerrada, ni luna, ni estrellas. Lejos de la civilización. Cero grados centígrados (invierno austral). Una insoportable radio local me hacía compañía con interminables cuñas publicitarias llenas de charlatanería. Tomaba las curvas al máximo que aquel coche de alquiler rutero me permitía.

Llevaba una semana incubando un virus que me transmitió mi hijo y que finalmente aquel mismo día, podría conmigo. Todos los indicadores eran claros: no tenía sentido intentar hacer lo que pretendía. ¿Qué iba a ganar con aquel 'paseo'? ¿Tan único era aquel lugar que merecía la pena todos los riesgos asumidos? La respuesta era racionalmente clara: no tenía sentido hacerlo. Pero allí estaba yo, hundiendo el pedal en el suelo de aquel tullido coche.
La única explicación y lo que me daba fuerza era ese binomio léxico: Dobaño Style (con mis disculpas a mi padre y hermana..., pero en google, todavía soy el 'Dobaño' con mayor repercusión cuantitativa, no cualitativa... y me gané el privilegio de apropiarme del apellido por ahora...).
Me había propuesto un reto, y este era difícil, pero factible. Debía intentarlo, dejarme la piel (no de forma literal), en el intento, y seguir demostrándome a mi mismo, que cuando las dificultades no programadas llamen a mi puerta, seré más fuerte que si me hubiera quedado en la cama aquella fría noche. Así lo veo, así lo vivo.

Llegué en 1 hora 15 minutos al inicio del camino. Que me perdonen los policías vocacionales que lean esto por el recorte del 100% del tiempo razonablemente estimado... Hay que decir en mi favor, que esa misma pista la había recorrido el día anterior y ya desde esos momentos, mi cabeza empezó a maquinar el reto, memorizando cada punto crítico del recorrido. Por suerte no hubo ningún susto.
Pero algo se me había escapado. Estábamos no muy lejos  del solstício de invierno de aquel continente, y la duración de los días era menor. Noche cerrada, cerradísima a mi llegada al km 0 de la senda. ¿Qué podía hacer con cero visibilidad y sin un triste frontal? Nada. Esperar y hacer todavía más difícil el reto de estar a las 10 en la hostería. Solo pude darle cuerda a mi capacidad de sufrimiento, sabiendo que tenía que superar todavía más complicaciones de las inicialmente planificadas. Tambien reflexioné sobre la frase que me dijeron en la hostería en la que comimos el día anterior: 'una chica vasca campeona 'olímpica' de pelota, lo hizo corriendo en menos de dos horas...' Estaba todo dicho... jeje.

A la que vislumbré un destello de claridad, salí decidido a por las termas. Ochocientos metros de desnivel negativo inicial, cerca de 8 kms de ida y un camino desconocido y oscuro entre la selva. Nado en solitario y a bastante distancia de la costa sin miedo a los tiburones de los que últimamente se habla en las costas catalanas, ni otras posibles criaturas marinas, pero allí, en la Yunga, no las tenía todas conmigo, y más con tanta oscuridad, más solo que una luna desierta aquella noche. Agarré un tronco (del todo inútil si apareciera verdaderamente algún Yaguararé), pero que me dio confianza para empezar a trotar por entre barro y oscuras piedras. Máxima tensión en mis tobillos esguinzados antaño para evitar un drama.
La confianza iba in crescendo. Miraba el relog y el reto parecía factible. Empiezo a oír el agua del río. Optimismo.

Vista de las termas desde lo alto del camino, antes del punto crítico...
Me asomo en un risco, y veo el espectáculo, dos de las ollas color turquesa, señal inequívoca de las termas. El reto iba a ser mío. Soy un ingenuo, un arrogante incluso. No iba a ser tan fácil. El tramo final era complejo según las crónicas, y sin la reflexión a la que el paso inexorable del tiempo me limitaba, tomé el primer camino descendente que creí acertado. Craso error. Aquel pseudo-camino, llevaba a un cortado de más de 10 metros de caida. El terreno era tremendamente inestable y de gran pendiente. Se deshacía a mis pies y la tracción, era mínima. Enseguida me vi obligado a usar la flora indígena para mantener mi equilibrio, pero en ese emplazamiento, plantas mallormente xerófitas poblaban la ladera. Llenas de pinchos, como clavos, y de raíces muy superficiales. Trampas malvadas y mortales para mi y cualquier otro incauto que cayera en el mismo error. Cada paso que daba, ser traducía en una pequeña herida en mi piel. En un mal paso, pierdo el equilibrio y me veo caer hacia la pendiente. Atisbo un tronco salvador. Nuevo error, aunque realmente no quedaba otra opción. El inocente troquito era de una rara especie, muy común en aquel territorio, que se caracteriza por cubrirse de espinas similares a los dientes de un escuálido...Cuando me percaté, ya me encontraba 'clavado' a él. 36 púas incrustadas en mis manos (todavía tengo unas cuantas). Sangre y dificultad para salirme de aquel atolladero. Por unos minutos me vi perdido, sin NADIE a muchos quilómetros a la redonda, sin cobertura de teléfono, sin servicios de rescate profesionales. Pero con algo de calma y cabeza fría, hay solución para casi todo, y pese a tener que remontar por un terreno extremadamente frágil, agrietado por doquier, pude progresar muy despacio, afianzándome de lo poco que había medio fiable. Tras un buen rato de estupor, me encontraba en la trazada del camino, desmoralizado y herido. Ni iba a llegar a destino, ni iba a llegar a tiempo a la hostería.
Momentos de desánimo que duraron poco, porque de repente, el camino de descenso real, se hacía visible. Algo complicado, pero perfectamente asumible.
Una descarga de adrenalina recorrió mi espinazo. La partida estaba perdida, pero aquella suma de dificultades, NO podían dejarme así. Tenía que llegar a la maldita olla termal fuera como fuera. Y así lo hice, corrí lo que mis piernas heridas daban hasta descender a la olla más alejada de la desembocadura del río Jordan.
Cascada termal entre ollas

El frío era intenso, mi estado de salud, cada vez peor, con una congestión enorme, dolor de garganta grande y el pecho muy cargado. Pero tal vez el agua sulfurosa curaría mis heridas sanguinolentas y calmaría mi afectación respiratoria. Ropa fuera, inmersión total. Segundos de paz absoluta, a más de 30 grados, bajo un agua azulada y sulfurosa. 30 segundos de calma chicha en aquella maravilla de la naturaleza (al final no era para tanto...), y sabiendo que cada minuto que pasaba, me iba a hacer más daño por estar fuera de hora.
Salí y me vestí todo lo rápido que pude.

 

Por delante, 8 quilómetros de subida (800 m desnivel positivo), y el infernal regreso por la pista forestal. Quedaban dos horas escasas para hacer lo que se suponía que requería casi seis horas...
Eché el resto. Lo que tenía, lo puse sobre el tapíz de juego... No había mucha altitud, pero la suficiente para mermar mis fuerzas, ya de por si mermadas por la enfermedad, el cansancio y el desentreno de unas semanas de casi inactividad deportiva.

Llegué al coche casi con lágrimas en los ojos. Absolutamente fundido y sabiendo que era imposible llegar a la hora. Gracias a que me llevé el teléfono de mi padre (el mío lo perdí una semana antes), pude escribir mientras corría un sms que enviaría a mi madre cuando viera una ralla de cobertura. El sofoco que llevaba metido en el cuerpo hizo evaporar hasta empañar los vidrios del coche en tan solo dos segundos. Otro contratiempo. No veía NADA. Tuve que abrir las ventanas y dejar que el aire a dos grados centígrados, entrara a discreción en el coche mientras volaba. Ideal para mi gripe. Curva a curva, el peligro crecía. Ya era una hora de trasiego y me cruzaba con motoristas, camiones, microbuses, todoterrenos... Qué estrés...

SMS enviado. Al menos salvaba el malestar por preocupación de mis padres, que ya era mucho.

Finalmente, freno de mano puesto frente a la hostería. 'Solo' 15 minutos tarde... Mis padres ni se imaginan lo que esa pequeña aventura ha supuesto para mi. Mis manos quedaron con dos lesiones temporales tendinosas por la tensión y presión con la que tuve que apretar el volante durante la ruta. La familia de virus que poblaba mi cuerpo hizo una fiesta cuando quedé plenamente a su merced tras ese desgaste (a la noche estaba con casi 40 de fiebre). Me esperaban  ese mismo día casi 500 quilómetros de ruta en buena medida por montaña y tramos de ripio. Sobrevivir hasta la noche fue duro, muy duro.

Momentos antes de entrar en olla termal; mi rostro delata el sufrimiento y el frío
Peor cara aun, pero prefiero no ocultarla...
Y ahora uno hace balance y piensa: ¿mereció la pena asumir tantos riesgos para conseguir tan poco a cambio? Todos los que hayáis aguantado hasta aquí la lectura, seguramente pensareis que no, como una parte de mi, la que sufrió las consecuencias en vivo. Pero la parte que todavía manda en mi vida, la que rige mi destino, cree que evidentemente mereció la pena, porque si hubiera parado el despertador y me hubiera dado la vuelta, si  hubiera regresado cuando vi que era noche cerrada al llegar, o si hubiera reemprendido el camino hacia el coche tras estar al borde del precipicio, entonces sí que nada tendría sentido. Y ya no podría ser merecedor de ese sobrenombre, ya no me vería capaz de seguir luchando por seguir vivo.

No traten de hacerlo en sus casas...









miércoles, 24 de octubre de 2012

¡CHIN PON!

Así de expeditivo el título. Traducción: se acabó la temporada. Con la expedición triatlética a Madrid, se ponía fin al calendario de la Federación Española de Triatlón, y hasta allí  nos desplazamos, los unos para darle el último empujón al equipo, los otros para hacer el último esfuerzo para llevarse un buen recuerdo de la recta final del año triatlético.

Empecé ya muy pronto este año, en Valencia, en pleno invierno (quien lo iba a decir hace unos años...), corriendo el C. España de Media Distancia, y resulta que cierro periplo con el Sprint. Versatilidad en el saco de las pretensiones, que no en el de las virtudes, porque ya, ni una ni otra.

Doy carpetazo y saco algún buen recuerdo del año, como el mejor tiempo en la CURSA DEL LLOP, a la postre la última edición aparentemente de esta grandisima prueba, una actuación digna en el IM de Austria, encabezando expedición bomberil pratense, y un subcampeonato en el clasificatorio de Banyoles (en mi grupo, por supuesto...). Ah, y el tercer puesto en el acuatlón ITU de l'Ametlla de Mar (que nadie se enfade!!! una bromita cariñosa; me encanta esa prueba).



Tras el IM, también parcitipé en el Campeonato de Catalunya de tri en Pont de Suert, pero hacía tan solo dos semanas de Austria y venía de un viaje de descanso. Nadé de fábula y pedaleé 10kms bien, el resto, de muy mal a mejor...:

 

Mis dos últimos, bueno, tres, intentos a nivel español, no cuajaron. En Pontevedra, C. Absoluto Triatlón, estuve cerca, sin duda. Salí entre los 5 primeros, y con un circuito ciclista exigente y triatletas de la talla de J.L. Cano en mi grupo, aguanté 3/4 partes largas de la carrera, pero la petada me dejó ya sin opciones finalizando en 13º lugar entre los 50 clasificados de mi grupo. En la carrera, empecé con fuerza, pero un inusual en mi flato y la petada en el último repecho ciclista me dejaron sin ambición ya que mi intención era tocar metal o al menos intentarlo. Como desquite, un último 200 muy rápido en el que pasé a tres pobres desgraciados que no me esperaban (ver foto que viene).

 


En Madrid echábamos el resto y por infortúneos del destino, o porque hoy por hoy pesa más el dinero que nada, acabó coincidiendo en un mismo día las dos pruebas nacionales en las que pretendía participar. El solapamiento con un triatlón popular subvencionado, pudo más que un campeonato de España y tocó doblar en un mismo día. Muchos lo hicimos.


El escenario, el de siempre, Casa de Campo. Con su tachuela ciclista que 'tan bien' me va siempre. Por la mañana, el campeonato Sprint. En el salí a por todas pero pensando en el de la tarde, el de relevos, que me hacía especial ilusión. Salí nadando con mi neopreno, muy cómodo, llegando a la primera boya encabeza junto a otro triatleta que salió en uno de los extremos. Allí empezamos a superar a nadadores de la salida anterior y ya fue un descontrol. Creo que salí igualmente segundo, pero con la transición, quizá saliera en bici el primero de mi grupo, junto con triatletas de la salida aterior. La primera de las tres vueltas con dos subidas (una más dura y explosiva, otra más larga y desgastadora), la aguanté como pude; bien. La segunda, aguanté poco... Mi mente ya me hacía pensar en el relevo de la tarde y viendo que las medallas se escapaban, decidí que no tenía sentido sufrir al límite. Me limité a llegar, y fue en un puesto muy discreto.

Por la tarde, en los relevos por equipo OPEN en formato 'super-sprint', éramos los primeros en salir. Las fuerzas eran justas. Por suerte, en la mayoría de casos, todos estábamos en la misma situación. Salimos unos 25 equipos. Mi percepción es de que podemos luchar por el podium.

Gran actuación de Edmon en la primera posta del relevo, nadando sin neopreno, y recuperando posiciones hasta su llegada a boxes en segundo lugar. A partir de ahí, CORRAMOS UN TUPIDO VELO ante lo acontecido. Los trapos sucios se lavan casa y ya hemos tomado las medidas oportunas. Me duele  enormemente ver ensuciado mi nombre y el de mi equipo en una descalificación, y me duele haber quedado mal con el Triatlón Europa y el resto de equipos. Desde aquí, pido disculpas en nombre de mi equipo y creo que no volverá a pasar.
 
Por mi parte, satisfacción plena por mi actuación en el relevo. Teniendo en cuenta que como tercer relevista, me tocó correr desde boxes hasta el pontón de salida de la natacion (recorrido que los primeros no hacían al empezar desde el propio pontón), con lo que mi rendimiento fue muy parejo al de Edmon. Sin ser conocedor de las irregularidades acontecidas, salí con lo que me quedaba en el cuerpo para intentar mantener la posición de podium en la que empecé mi relevo, y si podía, luchar por llegar segundo. El primer puesto parecía inalcanzable. El equipo B del ADSevilla, compuesto por tres triatletas que compiten en élite, se nos iba de las manos. En el primer segmento ya conseguí recuperar los 10 segundos de desventaja inicial, adelantarlo y sacarle un pequeño margen para luego en las dos subidas ciclistas, no quedarme rezagado. Coronamos la última subida juntos y me mantuve con el hasta la última transición, donde entre adelantado y salí a mi máxima velocidad sin mirar atrás, apretando los dientes y consiguiendo no ser atrapado por el triatleta maño. 16 segundos en meta, caída al suelo y a los pocos segundos me entero de que todo aquel esfuerzo y el de Edmon no había servido para nada.  Así es la vida.

Y me despido hasta ni se cuando con esta foto de equipo de la última prueba de la liga catalana de triatlón, el mítico tri olímpico de Banyoles que 18 años más tarde de mi primera vez, me veía de nuevo puntual en la cita. Con nuestra actuación allí, se consiguió por segundo año consecutivo ganar esa liga y mantener nuestra hegemonía. QUE GRAN EQUIPO!!!

martes, 24 de julio de 2012

IM Klagenfurt - El último??

Dos semanas después, y sentado en un avión intercontinental, por fin tengo tiempo de ponerme  a escribir esta crónica de mi último IM. Un IM que no pasará a la historia por casi nada. No es el primero, ni el más duro, ni el más rápido o lento, ni multitudinario. Lo único que quedará en mi memoria sin duda será el calor que hizo.


Esta instantánea lo dice todo. Allí estaba, llegando, pero mi rostro no era el esperado
 
Montes austríacos, centros de sky cercanos. Nadie espera pasar más calor que en Barcelona un mes de julio, pero así fue. Desde que aterrizamos un jueves, hasta que partimos un lunes, el calor minó nuestra paciencia y vitalidad poco a poco. Y eso que yo soy un enamorado del verano, el sol y sus consecuencias, pero cuando hay que jugarse una temporada pensando en el crono, tanto calor, sobra.

 
Esta otra instantánea da calor solo contemplándola. Brillar por el sudor sobre la bici, no es normal, y más en posición acoplado y por tanto recibiendo un buen chorro de aire

Ninguna edición de las disputadas hasta la fecha del IM de Klagenfurt se habían vivido temperaturas como las que nos tocó. Fue la primera vez que no permitieron el traje de neopreno por el calentamiento de la temperatura del gigantesco lago de la bonita provincia de Kartner.
Los elevados precios de los pasajes al aeropuerto de Klagenfurt, hizo que toda la expedición pratense-bomberil que superaba los 33 individuos, viajáramos hasta otros aeropuertos para desde allí alquilar un coche.
Una vez en el albergue universitario el jueves  por la tarde, tocó registrarse, patear la expo y sudar como picapedreros en el sáhara. Un trote ligero y un pequeño baño natatorio final para desentumecer las extremidades me vino bien al caer la tarde. La faena en los días previos de un IM es mínima. El objetivo es descansar, comer y darle cuerda a cuerpo y mente para el día D a la hora H. Poco más.
No quiero enrollarme demasiado en todo ese largo tiempo en el que las preocupaciones y malas sensaciones te van minando en parte el optimismo que pudieras tener. Eso es desagradable, pero ayuda a salir con todo el respeto y notar mejores sensaciones de las previstas tras el pistoletazo de salida.
6.30 del domingo 1 de julio. Sol potente, 2800 personas con un gorro de silicona enfundado en la cabeza correteamos por los verdes prados que rodean el lago. La salida se acerca. Antes, visita a boxes para ultimar detalles, comprobar que todo está en orden, memorizar la colocación de las bolsas y bicicleta y trazar el plan de como va a transcurrir las dos transiciones. Cerca de 6000 bolsas numeradas y cerca de 3000 bicicletas muy apretadas, complican el guión. Tuve suerte con la colocación de mi bicicleta y no me hizo falta comerme demasiado la cabeza de cómo encontrarla. Algunos imagino que sufrieron de lo lindo entre los laberintos del gigantesco boxes, con una lógica numérica ilógica.
Mis bolsas fueron 'decoradas' con ramas y otros gadgets para ayudarme a localizarlas con celeridad en el momento preciso. Para mi, perder un segundo en boxes es absurdo y si puedo evitarlo, lo hago.
El atuendo escogido para el gran día, el 'old style', el clásico micro-top + bañador. Tan solo tres participantes lo hicimos, y uno, el gran Faris, ganó la prueba... Quien lo iba a decir hace unos años, cuando ni se conocía otro atuendo mejor. Sigo creyendo que para este tipo de pruebas, son las mejores prendas, con el único pero que la zona perianal, sufre algo más en la bici, aunque las badanas de los monos y dos piezas, tampoco son ninguna maravilla. El único inconveniente es que hay que ponerse más crema de protección solar, o requemar un día más unas cuantas células dérmicas.
Primera ventaja, nado en bañador, siempre más cómodo a priori que el mono de lycra. En el posicionamiento, estuve a punto de 'cagarla'. Mirando el esquema de la revista IM de la carrera, parecía muy claro que la primera de las dos playas desde donde se encaraban los más de 1200 metros lineales hasta el primer giro, era de trayectoria más corta, pero insitu, comprobé que el dibujo estaba errado y que lo verdaderamente rectilíneo era el propio muelle desde donde los aventajados 'pros', se tiraban con más de 100 metros de ahorro y la linealidad plena ante sus ojos. El mejor sitio aparente pasaba por colocarse a alguno de los dos lados del espigón, pero pensé que en ese lugar iba a ser masacrado por la marabunta cuando todos quisieran apuntar recto hacia la boya, pero me la jugué y allí me coloqué. En uno de los lados, un inflable de Power Bar, se interfería en el camino de los nadadores generando sin duda un punto negro en la salida. Escogí entonces el otro lado y allí me encontré casualmente a todos los bomberos colocados. Luego me enteré que los mejores nadadores del equipo también estaban por allí camuflados. Si es que... cuando la experiencia en este tipo de aventuras es clara, los resultados nos acercan a todos...
Dieron una especie de salida neutralizada que nadie entendió, pero que a mi me resultó definitivamente ideal, ya que me permitió meterme en el agua muy bien colocado y no ser engullido por la masa en el momento clave. Teóricamente buscaban que la gente entrase civilizadamente en el agua y luego dar la salida desde allí. La realidad dejaba claro que la invitación a entrar en el agua fue la salida técnica.
En los primeros compases, me vi muy bien colocado y incluso me situé a los pies de Jordi Arias, toda una garantía para ir rápido y con rítmo, pero empezaron los para mi muy molestos microimpactos laterales que te acaban sacando de pies. Es una situación que me crispa. Un tipo que se empeña en ir a tu lado, y que te impide buscar la dirección idónea. Te obliga a meterte un calentón matador o frenar para sacártelo de encima, o bien optar por el clásico barrido de cuerpo entero que es molesto para ambos pero que al menos significa la libertad momentánea. El resultado fue que perdí rápidamente los pies de Jordi y la noción del mejor grupo. No fui sin embargo mal del todo.
Las sensaciones eran francamente malas. Mi estilo natatorio, en aguas dulces se empeora considerablente debido a la potenciación de la falta de flotabilidad. En el mar, pese a no mover mis pies, floto suficiente para avanzar de forma competitiva. En lagos, o se lleva neopreno, o pierdo muchos enteros... Y claro, allí sin neopreno, con esa distancia... la cosa ya se ponía cuesta arriba en las primeras de cambio. No obstante yo ahí seguía, peleándome por una buena posición. Llegando a esa primera boya, veo a Jose Luís Cano, que tampoco tuvo un buen día y que sin neopreno, sufre de lo lindo. Había salido con los pros, pero los 'mataos', nos tirábamos encima...
En el segundo giro, el de 'retorno' a tierra, empezaron los problemas. Un sol mañanero bajo totalmente de cara, ausencia total de boyas intermedias para un tramo de más de 1000 metros (error imperdonable a mi entender para una carrera así), y no haber previsto la situación, me hizo perder tiempo y la moral de forma clara. No veía nada en el horizonte y desconocía, como creo que la mayoría de los que por mi lado iban, de cual era la dirección buena. Estaba claro la dirección a lo bulto, pero la anchura de los nadadores daban muestra de que la mayoría íbamos perdidos. Fui dando tumbos tratando de encontrar la trayectoria buena, y creo que fui bastante torpe.
Mi sensación en el agua en ese momento era de llevar mucho tiempo ya nadando, y sabía que el tramo de natación en el canal superaba los 1000 metros. Me resitía pero no pude evitar mirar el crono cuando vislumbré la entrada en el susodicho. 50 minutos... La había cagado, o algo estaba pasando. Haciendo un cálculo sencillo, me veía que superaba claramente la hora nadando, y eso suponía un duro golpe moral.
Me había apuntado a Austria con el claro objetivo de bajar marca e incluso con el sueño de acercarme a la profesinal barrera de las 9 horas. Estaba claro que esos 10 minutos perdidos respecto a mis tiempos habituales iban a ser una auténtica losa a mis aspiraciones y un golpe nada beneficioso a mis aspiraciones.

 
Con la cara, pago. Nuevamente se sacan conclusiones viendo mi expresión en la salida del agua

Tocaba llegar cuanto antes y ver que piernas tenía. Ese era el punto clave para mi. Había invertido mucho este año en buscar mejora en el ciclismo, y creía haber hecho los deberes. Cambios definitivos en la posición gracias al gran profesional de Victor de Cyclistlab, llevaba las super botas Mavic tope de gama que trasmiten TODA la fuerza que apliques a las bielas, los muchos quilómetros en altura, las pesas de todo el año, la suplementación full equip que llevaba en mi cuerpo y en mi bicicleta. Un sin fin de pluses que creí serían mi mejor arma en pos de lograr mis objetivos.

 
La posición era buena... faltó adaptación y tener el dia.

Pero el 1 de julio de este 2012 no era mi día. Ya lo había constatado en el agua, saliendo en 1 hora 4 minutos, de largo mi peor registro en mis 15 tris distancia IM disputados hasta ese momento. Hice una muy decente transición, a segundos de los mejores tiempos, y enseguida me encontraba rodando sobre la bici para comprobar que la cosa iba a peor.
Si en el agua las sensaciones no fueron buenas, en la bici... mucho peor. Un dolor muscular general especialmente en cuadriceps, los responsables principales en generar watios para volar sobre el asfalto... hacían lo justo para ir tirando con un sufrimiento desmedido. Sabía que el rosario de germanos y de otras nacionalidades que me iba a dejar en evidencia sobre las dos ruedas iba a ser grande, pero aquello superaba con creces las peores previsiones. Uno tras otra, las ordas de bárbaros centroeuropeos me iban dejando en evidencia. Ni italianos, ni españoles, nada, no podía seguir la estela de nadie. Osea que ni queriendo hacer 'trampa', podía. Mi media me daba un mínimo de consuelo ya que rondaba los 35 kms/h, que era un dato más que decente, pero esa media empezó a bajar sin recuperarse más a la que empezaron las rampas con nombre y apellido. En esos lugares, mis carencias se hicieron más patentes y tan solo podía tirar de 28 para con la máxima agilidad posible, ir pasando los quilómetros de la forma más digna posible.

 
Más muestras ilustradoras de mi poca felicidad sobre la bici y en las cuestas...

El calor apretaba de lo lindo y la liviandad de la velocidad del viento lo hacían mucho más duro. No había refrigeración posible. Algunos compañeros comentaban que sus ciclocomputadoras les daban lecturas cercanas a los 40º en las rampas más duras...
Superaba a un Faustino que había hecho un parcial en el agua antológico, pero que en la bici se dosificaba sabiamente pese a su inexperiencia. Julio también caía pese a mi mala bici presa de las consecuencias de una gastroenteritis bien inoportuna.



Dos fotos muy espectaculares del giro para empezar la segunda vuelta. No parece que las cosas no iban demasiado bien...

Llegando a Klagenfurt en la primera vuelta, mi  media rondaba los 33 y pico. Muy discreto registro antes mis altos intereses. Fue pasar por la zona de transición, recibir el apoyo de los seres queridos, y en minutos, ser adelantado por el alumno aventajado de la subsección 'campofrío' del equipo. Un Luli ambicioso y crecido, pasaba siguiendo la estela de un grupo de potentes triatletas. Yo estaba bastante hundido en esos momentos. Es una situación crítica al enfrentarte a una segunda vuelta con las piernas muy doloridas y con las ganas muy venidas a menos. Pero ese adelantamiento solo podía suponer dos caminos, acabarme de hundir en esa segunda vuelta y como quien dice, medio abandonarme a mi suerte con el único anhelo de acabar cuanto antes (la retirada jamás pasará por mi cabeza mientras vista un dorsal y mi organismo sea capaz de poner un pie delante de otro), o jugarme lo que creía no tener y apretar a 90 kms de empezar la maratón...
Escogí dejarme la piel y no dejar de verle el culito al Luli mientras mi cuerpo me lo permitiera. Sin volverme loco, pero dando un par de vueltas a las tuercas. Y así lo hice. Primero sufrí todavía más, pero llegó un punto en el que ya me daba todo un poco igual. En las subidas cortas de plato sufría mucho y perdía fuelle en la coronación, pero luego podía recuperar un poco. Iba haciendo la goma, incluso le superaba y le perdía de vista, pero luego me volvía a pasar él.
A la que llegó la zona dura del circuito, pensaba que quedaría rezagado para siempre de  él y sus congéneres, pero no fue así. Sorprendentemente para mi, Luli tuvo que empezar a pagar la factura de su apuesta arriesgada, y yo, sin ir mejor que la primera vuelta, tampoco iba mucho peor, haciendo hueco poco a poco con él, y lo más importante, frenando definitivamente el ritmo de adelantamientos que llevaba arrastrando desde la T1.
El salvador piñón 28 volvió hacerme compañía durante casi toda la subida del 'hombre del mazen',  y solo pensaba en dejar la bici y ver que pasaba por mi cuerpo a pie.
El tiempo era muy discreto. Ya era imposible rebajar marca y muchísmo menos 'oler' las ocho  horas. Costaba encontrar motivos para seguir sufriendo. Uno de ellos era llegar cuanto antes a boxes y girar página.  Un imput positivo, al menos no llegaban mis clásicas rampas en cascada. Traducción: en todas las pruebas IM que he disputado, a partir de cierto quilómetro y empezando siempre por el mismo músculo (basto interno pierna derecha), se iniciaba un proceso de rampas musculares que iban extendiéndose hacia otros músculos de las piernas llegando a veces a impedirme hasta mover las piernas (como me pasó en el half de Valencia de este año). El gran trabajo en cyclist lab, y la ingesta de sales minerales en cápsulas, lo hicieron posible. Si en un día de sudoración extrema, pidiéndoles a las piernas más de lo que me estaban pudiendo dar, y con rampas considerables, no sufrir de esas rampas para mi era algo fuera de todo pronóstico. Algo es algo.
Me encontraba en ese punto en el que mantienes la posición. Te va pasando algún caso extraño (porqué no te pasó antes??, o , porqué nadó tan mal si vuela sobre la bici??), y pasas a algún triatleta que no midio bien sus fuerzas o que entró en el proceso de rampas en cascada...
Llegando a Klagenfurt, debía ir repasando el proceso a seguir en boxes. Los objetivos no eran los de la salida, pero preferí seguir el guión y no desperdiciar segundos allí donde no he de invertir esfuerzo físico en limar tiempo al crono.
 
 Transición 'sprint' para una larga jornada...

Otro pesar que rondaba por mi cabeza era el maldito neuroma de Morton. Con las nuevas zapatillas de ciclismo con máximo agarre, también me causó más presión en mis plantas de los pies y realmente no las tenía todas conmigo al 'aterreizar' en el box. Por suerte esta vez el dolor quedó latente y no me martirizó demasiado. Habían otras durezas que pesaban mucho en ese día.

El calor era en ese momento extremo. El cuerpo se había adaptado sobre la bicicleta, donde a excepción de las subidas más pronunciadas, algo de vientecillo corría. Además, tenías agua a mano casi en todo momento. El termómetro en alguno de los ciclocomputadores de compañeros les llegó a marcar los 39º en la subida del 'hombre del mazo'.
Soy un deportista con muy buena adaptación al calor. En los juegos de bomberos y policías de Barcelona 2003, corrí un tri olímpico a medio día de agosto, en una ola de calor muy acuciada que causó estragos en muchos competidores y que a mi no me afectó demasiado.
Pero estamos hablando de correr una maratón bajo un sol de justicia en muchos tramos, con muy poco viento refrigerante, y habiendo estado sudando 6 horas previas. Ya puede haber adaptación, que estamos hablando de excesos casi inadaptables. Pese a ello, salí sin nada que perder ni que ganar. La marca objetivo era inasumible, y pese a que siempre se puede ir a peor, no pensé demasiado en repercusiones de sobresfuerzos. Salí sin pensar demasiado a encontrar un buen ritmo; quería comprobar cual hubiera podido ser mi ritmo bueno en caso de haber tenido el día en las dos fases enteriores. Tenía que saber si pese a haber seguido entrenos básicamente extensivos, el día D, podía correr tan o más rápido que esos entrenos, durante mucho más tiempo.
Y con ese pensamiento, y poco más, me dediqué a coger ritmo en los primeros 2 kms. La gorra era imprescindible. Mi gorra de Kona 2002, con 10 años y 12 triatlones en distancia IM. Amigos inseparables. Duerme en una caja, la caja de los artículos de competición, y solo la saco en pruebas de muy larga distancia o alguna menor que lo merezca. Está recosida, descolorida, vieja, pero es una compañera de fatigas que por poco que pueda, mantendré a buen recaudo. Con la bisera 'palante' cuando el sol aprieta mi frente, 'patras' cuando lo hace por la colleja. Bajo ella almaceno el hielo cuando lo hay, las esponjas tan aliviadoras de agua cuando son suficientemente chicas. Ella se empapa con fresca agua que luego poco a poco va refrigerando mi cuerpo con ayuda de la ley de gravedad...

 
Fase álgida en el desarroyo de la carrera a pie. Marcando estilo en la vestimenta. Me sobraba todo.

Mi ritmo era bueno. Mi pie aguantaba. 4'20'' aproximadamente. No dejaba de pasar adversarios. El camino era todavía muy largo, pero esas sensaciones, bajo un calor asfixiante, paradógicamente eran las primeras 'agradables' desde que había tomado la salida. No quería pensar en el reloj ni en los quilómetros, pero era imposible. Cuando uno se acostumbra a entrenar siempre con un miniequipo de música en las orejas, cuesta mucho correr sin ella y no aburrirse, o no hacerse el camino más largo. Ya no soy capaz de salir a correr y divertirme. Siempre los mismos lugares, muchos años haciendo lo mismo. Iba por tanto calculando ritmos y tiempos mientras las cosas iban bien. A lo lejos y en el retorno del primer giro de 180º, veo a Jordi Arias a lo lejos. Era el único compañero de equipo que quedaba delante. Mi ritmo era más rápido; en principio solo era cuestión e tiempo. Cuando llegué a su altura, conversamos levemente. Había tenido que parar en el pennalty box y según me contaba, era incapaz de ingerir nada más allá de moléculas con dos átomos de hidrógeno y uno de oxigeno... El viaje a Klagenfurt había sido para el y su familia un pequeño calvario, con problemas en el desplazamiento de avión y habiendo podido dormir muy poco los últimos dos días. Todo suma en una prueba tan exigente.
Mi ritmo era entonces superior y después de desearle suerte, seguí mi camino. Tenía pensado ingerir el complemento alimenticio que había estado usando los últimos meses durante la fase de entrenamiento y en la Cursa del Llop y que tan buenos resultados me había dado, Fast Recovery de Golden Nutrition, pero mi presupuesto se había quedado corto y había dilapidado sobre la bici casi todo. Tan solo me quedaba para un bidoncito y este era dificil conseguirlo, pues no pude coordinar con Soraya el punto idóneo para ingerirlo. Fue demasiado tarde.
Pasado el km 10, mi tiempo era de poco más de 42 minutos. Demasiado rápido. Especialmente considerando ese día. En la media maratón, todavía era un gran tiempo, con 1h 34 minutos. Pero ya en ese punto, antes del 24, ví que iba a sufrir una importante crisis. Y lo peor es que no había forma de evitarla. Iba a llegar y listo. Por mucha agua que tomara, por muchas sales o geles que tragase, las fuerzas iban a fallar. Lo sabía porque son muchos años en esto. Lo que  no sabía era hasta que nivel iba  a bajar y cuanto duraría esa crisis. Coincidió el punto álgido con mi paso por segunda vez por la zona de meta en dirección al ultimo giro de 180ª en el centro de la ciudad. En ese punto al fin llegaba a mis manos el bidón con los polvos milagrosos, pero era quizá algo tarde. Mi mente fue débil y paré para darme un respiro y beberme el bidón con cierta calma. Luego me arrepentiría de la decisión tomada, pero tantos años venciendo la 'necesidad' de parar frente a una crisis en carrera, y ese día había perdido, al menos por unos instantes. Caminé pero no lo podía hacer rápido. Desastre. Me empecé a agobiar. Tanto esfuerzo previo y yo allí caminando, perdiendo preciosos segundos, quizá minutos parado. Pero realmente estaba mal y me convencí a mi mismo que desde ahí ya no pararía más hasta la meta. Y así lo conseguí.
Primero corrí muy despacio, con el único objetivo de volver a pillar sensaciones y de que las ingestas reparadoras hicieran su efecto. Una bebida energizante de las típicas que todos conocéis, con sabor antinatural y color granate, me 'ayudó' a creer que la recuperación ya era un hecho. Nunca pude volver a correr como en la primera vuelta, pero al menos corría, y cada vez quedaba menos para terminar el calvario. Empecé a hacer cálculos con lo que me quedaba entre manos y vi que se podía 'maquillar' el crono final. Mi objetivo era llegar dignamente al último giro y echar el resto en la recta final, de demasiados quilómetros por cierto.
No dejé un solo chorro de agua por interceptar. Pedía que el impacto fuera mayormente en el cráneo, pero aquella buena gente hacia lo que podía. Un par de niñas iban tirando besos a los maltrechos 'cuerpos' de deambulábamos por allí diciendo 'It's for you!', y uno recobraba los últimos ápices de fuerzas para seguir luchando. Los ánimos de la gente, lo mejor de esos momentos, sin duda.
Llegamos a un punto crítico y que me causó un malestar importante. Es imperdonable que no se cuiden algunos detalles como el de no poner una sola boya de situación en el retorno de la natación con el sol de cara, o que el posicionamiento de los últimos 2 quilómetros fueran erróneos. En cualquier carrera te puede fastidiar esa circunstancia, pero un una prueba en la que llevas luchando 8,9,10, 11 o las horas que sean, y al borde del hundimiento físico, lo que es el último quilómetro se convierta en los dos últimos quilómetros y sin saberlo, puede ser algo inhumano. Y lo digo porque en el supuesto km 41, mi tiempo era de 9 horas 54 minutos. Bajar de las 10 horas a priori no era ningún objetivo. Ya he bajado de esa barrera en diversas ocasiones y no suponía una meta, pero dado el transcurso del día, en ese momento lo consideré como un magnífico premio y resultado a tanto sufrimiento y empeño. Venía ya con el resto metido, algo recuperado de la pájara del 25, y a un ritmo que calculo era más rápido que los 4'30'' por quilómetro. Me tenían que sobrar como dos minutos, o al menos uno largo.
Iba corriendo y no me cuadraba. Ya había hecho ese recorrido en la primera vuelta y transitando por el supuesto último quilómetro, la meta estaba MUY lejos. Cada vez iba más rápido, y cada vez con más rabia y mala leche porque estaba comprobando la cagada en la colocación de esos últimos puntos kilométricos. Cuando volví  a echar ojo al crono, ya estaba en el 59 y me hacían ir todavía lejos para el giro. Indignado y dejándome la piel para nada. Apreté como si estuviera disputando la carrera, y entrando en línea de meta, veo el 10 en primer lugar.
No hay más que ver la cara que llevo en esa recta final. Dista mucho de la cara que el 99.9% de los competidores se supone que han de llevar y de hecho llevaban.
 

Solo faltó que cuando iba a cruzar la meta y por tanto 'posar' para la típica foto-finisher, un palomo se parase como si estuviera en el patio de su casa a posar para la gente y ocupar todo el reducido espacio en plan estatua. Quedó una foto de llegada lamentable, pese a que tampoco tenía intención de pagar los dinerales que se cobran hoy en día por esa instantánea.
Ese final fue pues una muestra de como me sentí tras acabar la carrera. Deshidratado, asfixiado por esos dos últimos quilómetros echando el resto, desilusionado por el resultado final tras un larguísimo año pensando y pensando en ese momento e imaginándomelo de otra forma.

Días después he podido valorar un poco más tranquila y objetivamente el resultado y me he quedado algo más satisfecho, pero aunque quede algo pedante decirlo públicamente, esperaba mucho más de tanto y tanto esfuerzo invertido. Tiempo, sufrimiento, renuncias, dinero, salut, ... Muchas cosas que había puesto encima de la mesa en aquel 'juego', y las ganancias no me han compensado. Cuando todo tu entorno 'sufre' todo aquello que les has robado para apostar por algo, solo te verás recompensado si ese resultado entra dentro de tus aspiraciones.  Si factores externos condicionan TU rendimiento (no el del global, como la ola de calor), puedes pensar que no has podido hacer más y encontrar así consuelo, pero en mi caso, yo no había estado a la altura de lo que creo que debería haber estado.

 
La recuperación post carrera fue también muy difícil. Ese sobreesfuerzo final creo que desencadenó un problema gástrico-digestivo que no es la primera vez que sufro en una prueba simiar, haciendo que fuese incapaz de ingerir nada sólido ni líquido tras finalizar la linea de meta. Era solo cuestión de tiempo. A la hora de llegar, retortijón de órdago y tras la pérdida de masa corporal de la peor calaña, mareo y demanda de auxilio al personal médico. Camilla y varios botes de sueros y medicaciones varias para poder levantarme. Estuve horas hasta poder iniciar la ingesta de agua y alguna cosita más. A las 6 horas ya estaba comiendome un entrecot a la barbacoa...

No se si será este mi último Ironman. Puede que sí. Especialmente de la franquicia IM. No tengo nada en contra más allá que todos sabemos que esto es ya un circo que alimenta un gran negocio con las bonitas siglas IM. Ya se ha hecho demasiado grande y lo tengo demasiado visto. Encima, son mucho más caros que el resto de alternativas. No quiero decir un 'hasta nunca' porque realmente no se lo que pasará, pero hoy por hoy, un mes después de cruzar aquella línea de meta, así lo creo.

sábado, 30 de junio de 2012

Klagenfurt, En capilla...

 Ascenso a la Collada de Tossas en mi preparación en la Cerdanya.

Doce meses después de tomar la decisión de volver a Austria en una masiva expedición de temerarios catalanes entre los que contamos con 15 pratenses y 8 bomberos de Barcelona (mis dos colectivos del alma), aquí me encuentro, en calzoncillos, estirado en la litera del albergue universitario de Klagenfurt, esperando que la gran hora se muestre inexorable ante nosotros.

El protagonista, el calor. No me puedo quejar. Siempre sueño con que NO LLUEVA, ya que el frío me ha jugado ya varias malas pasadas en importantes citas. Soy un hombre de calor, del sur, y por tanto, funciono mejor bajo un sol de justicia que bajo una cortina de agua helada. Sin embargo, el calor que vamos a sufrir va a ser desmesurado. Por primera vez, que yo sepa, se va a nadar sin neopreno en Austria, y ello comporta más inconvenientes y trabas en mi objetivo de mejorar mi mejor marca personal. Correr a más de 30 grados la maratón, tampoco ayudará, pero no hay excusas. Mañana saldremos a darlo todo.

Yo he hecho los deberes. Al menos los deberes que me ha puesto mi maestro desde hace un par de años, el gran ALVARO RANCÉ, que haciendo filigranas para sortear mis inadecuadas decisiones de calendario de estos últimos meses, ha ido diseñando mi preparación. Las dos semanas previas creo que han sido cruciales. Desplazandome a una comarca paradisíaca en estos meses estivales como es la Cerdanya, he entrenado como no lo he hecho en todo el año, acercandome o superando las 30 horas la semana pasada (preferí ni contarlo con exactitud), en cotas siempre superiores a los 1100 metros de altitud. Espero que sirva de algo...

Y para ilustrar esa recta final, ahí van unas fotos de mis entrenamientos en el paraíso:


Entreno en el lago Matemala, escenario del Altriman, a 1500 metros de altitud. No se para qué, si al final no voy a poder usar el neopreno...

 
Mi secreto. Baño de inmersión en una acequia a baja temperatura en Puigcerdà despues de cada entreno castigador. Sales con las piernas nuevas y las pelot...s algo empequeñecidas...

viernes, 22 de junio de 2012

Cursa del Llop - Capítulo 2


Al fin, o no, ahí va la segunda parte de la crónica... que tambien vienen densa...

TERCERA ETAPA: Kaiak mar: 16 kms.
Salgo como un toro del redil, ciego, sin pensar en hacia dónde voy. El kaiak es mucho más inestable de lo que yo estoy acostumbrado. Debería ser más rápida. El viento lo vamos a tener todo el camino frontal, completamente frontal, así como las olas. No son muy grandes, pero sin duda no ayudan. Por suerte, la inestabilidad de la embarcación no se ve tan afectada cuando el oleaje es frontal. 

 

Con las prisas no coloqué con suficiente holgura los topes de los pies, ni comprobé el timón. Ando de aquí para allá. A penas me atrevo a mirar el GPS de la muñeca para ver la velocidad de avance por miedo a desequilibrarme. No es la primera prueba deportiva que realizo por el delta, y ello me ayuda ya que conozco que el emplazamiento del faro norte del delta, es la mejor de las referencias para no hacer mucho más camino del necesario. A los pocos minutos veo una piragua volcada y la barca de asistencia ayudando al navegante desafortunado. Poco después veo a otro remero que se dirige a la playeta del interior del brazo norte que debemos superar. Parece que también tiene problemas. Mi velocidad no es mala. En muchos momentos supero los 8km/h, que parecerá poco, pero para mi está bien. En mi entreno en la costa brava unas semanas atrás, fui más lento.
Los puntos que veía en el horizonte, cada vez más cerca. Estoy tenso, no tengo claro el equilibrio del conjunto y prefiero remar y remar sin parar. Me ha dado también rabia la perdida estúpida de tiempo por pardillo. Voy superando embarcaciones. Los ‘cracks’ en esta prueba, remeros de verdad, con piraguas de verdad, ni se ven en el horizonte. Mi objetivo es otro, superar si tengo fuerza a todos los que tengo a tiro.
Tan solo me queda uno que parece navegar a una velocidad tan solo un punto inferior al mío. No creo que pueda con él. Se ha tapado mucho el cielo. Del calor infernal del reto del día, hasta tengo frío. Eso ayuda a remar con más determinación. Afortunadamente me coloqué una camel-back con bebida recuperadora y voy bebiendo lo máximo que puedo. Cada sorbo puede ser realmente importante en el conjunto de esta locura.
En el Sprint final hacia el arco de llegada, veo claramente que no habrá forma de alcanzar al compañero que iba a tiro de piedra. No hay problema. Hay que cargar la piragua al hombro hasta el arco de meta en la arena. Que putada. Una hora larga. Podría haber sido peor
No estoy exhausto, pero si bastante fundido. Incómodo, también. Voy lleno de arena, mojado, no hay lugar cómodo para cambiarse, pero, estamos en pleno parque natural del delta del Ebro, ¡¡qué narices!!. En meta tengo la agradable compañía de los hermanos Luís, que igual que hicieron tras la maratón de montaña, ahí estaban para apoyar. Gracias!!.

 
Desde la superorganización, montan una sardinada con alimentos varios que sirven de aperitivo. No he de desperdiciar una sola molécula reconstituyente, y este pescado azul viene cargadito de Omega 3, que en la tele lo recomiendan encarecidamente…
La complicada logística sigue a pleno rendimiento. El bueno de Miquel Armengol, amo de mi piragua, se encarga de subirla al remolque y me permite vestirme con calma. Me impregno de repelente de los dípteros más molestos, nuestros queridos mosquitos, banqueros y políticos, digo parásitos donde los haya… Llegamos al hotel, qué sensación!!.
Gran hospedaje; lástima que sea por tan poco rato. Nos mezclan a los ‘llops’ en habitaciones de 3. Perfecto, así compartimos batallitas y estrategias de superviviencia futuras. La cena estupenda. Al fin un primero, segundo y un postre… y con cubiertos!!. Buen servicio. Toca subir a intentar descansar. A las cinco de la mañana tocarán diana para desayuno… jeje. Mis compañeros se estiran en la cama. Uno roncaba, pero está tan petado que ni eso. Yo prefiero meterme una sesión de compex tirado en la escalera del hotel (vaya imagen…), para no molestar a los compis mientras quemo las teclas del móvil con el guasap. A las 12 pasadas, al sobre, a dar unas vueltas a la cama.
5 am. Desayuno. Intento que sea lo menos dulce posible. Como todo lo salado que pillo, y corriendo a por todos los trastos y a por la siguiente… Noche cerrada y repelente de mosquito al canto.


CUARTA ETAPA: Kaiak río: 24 kms, contra corriente…
Somos ya pocos los supervivientes con dorsal 600, pero todos muy animados. El día muy tapado, nada que ver con el anterior. Incluso chispea. Todo son prisas, hay que empezar a las 6 puntuales, que el día será largo… Entrar en la embarcación desde unas rocas ya tiene su qué. Esta vez me la juego sin el cubre. Quiero ir más cómodo, con las rodillas asomando. Me meto de nuevo el camel back bien completito y algo de fruta a mano. Van a ser unas tres horas de esfuerzo…
Las mañanas nunca son buenas para mi a nivel competitivo. Me encuentro tocado y pese a que es más que normal, ayer no me costaba adelantar a gente con la que hoy iba sufriendo a su estela. Tengo problemas con la dirección. Parece que mi timón volvía a fallar y se quedaba girado y por tanto frenándome frecuentemente… Las máquinas de ayer vuelven a volatilizarse de nuevo. Son unos cuatro. Me consigo meter en el grupeto siguiente. Vamos unos cuatro más. El ambiente es bueno y vamos charlando unos con otros, inimaginables en cualquier otra prueba competitiva. Vamos desde Deltebre hasta Tortosa. Una morcilla de camino.
Va lloviendo a ratos y paso hasta frío. Es muy pronto, no hay temperatura y voy desabrigado. Además vas mojándote continuamente. Llegando a Amposta, la cabeza de mi grupo hace un stop para comer y beber algo. Veo avanzado un compay 600 que nos había sacado unos metros y decido no parar. Sin pensar todavía en liderar el tiempo global de la carrera, no quiero tampoco desperdiciar oportunidades futuras. A la postre ese compañero seria el mejor entre los 600 de corto recorrido.
Se me hace pesado, pero el paisaje ayuda. Impresionante el río Ebro desde su cauce en una embarcación a remos. Lástima que yo soy el remero… Nuestros enemigos son las corrientes y las algas, que en verano hacen su aparición en masa al bajar el caudal del río. Me fijo siempre en los remeros del lugar y trazo su dirección hasta que me quedo primero del grupo y decido poner en práctica las enseñanzas que había ido adquiriendo con el paso de las horas y los quilómetros de río. He competido en diversas ocasiones en este río, pero siempre era en sentido contrario y nadando… nada que ver. En un punto en el que se ensancha mucho el cauce del Ebro, dudo del mejor trazado y giro la cabeza. Veo que mis seguidores se habían ido hacia la otra orilla. Hago lo propio y les imito. En esa maniobra, me alcanza dos y sigo con ellos un buen rato.
Ya queda poco. Llevamos más de dos horas y media sin dejar de remar y realmente tengo ganas de salir de la piragua. Tengo el culo y los lumbares rotos. De los brazos y hombros ya ni me quejo, esta es la última prueba que los voy a necesitar de verdad. En el tramo final, aprieto un poco me escapo unos metros. Finalizo con 2.53 a poco más de 8kms/h de media. Vamos bien!!.
Ducha caliente en Tortosa, comida controlada (toca correr!!), ropa, la misma que en la piragua. Ya la secaré… Vuelvo a coger el móvil y los phones… ya no hay peligro de que acaben en el estómago de un siluro.


QUINTA ETAPA: Media Maratón Montcaro: 21 kms, 1200 kms desnivel acumulado
Para esta etapa, a priori no voy muy preocupado pese al gran desnivel. Por suerte es toda de asfalto y hay muchos quilómetros con desniveles asumibles. La clave es ir lo más rápido posible sin destruirse para tener algo de tiempo para recuperar al máximo para la gran prueba del día, la larga. Una putadita extra. Tenemos que recorrer algo más de dos quilómetros extras que ni cuentan ni se contabilizan ya que se hace neutralizada hasta Roquetes, donde se encuentra la salida real. Voy parado. Fatal de piernas, obvio. La gente que solo hace esta, disfruta de ese calentamiento. Yo lo detesto. No quiero hacer un metro extra gratis.
Se da la salida e intento poner un ritmillo de poco menos de 5 el kms para adaptarme a la nueva tortura. Enseguida empezamos a subir. No es mucho, pero el cuerpo no está para hostias. Creo que voy el primer 600 y eso está bien. En poco tiempo me alcanza mi compañero de habitación y de remo, que en la maratón de montaña del día anterior, fue el único que mejoró mi tiempo en unos tres minutos. Una buena referencia sin duda pese a que el hace la ‘corta’. Me comenta que un buen ritmo es ir en la aproximación a las rampas de verdad a 6’ el km. Yo le hago caso y transito junto a él. No voy fino, pero creo poder ir tirando. El tiempo acompaña por fin. Esto con sol de justicia sería bien distinto. Mi compinche lleva a la familia de soporte y van animándolo continuamente así como avituallándolo. Yo estoy preocupado porque voy sin bidón (lo perdí en la maratón de montaña del sábado), y solo están dando agua. Le pido algún gel a mi amigo de fatigas y muy amablemente me ofrece ayuda. Buff.
Sufro a ese ritmo, pero sé que cuando empiece a subir de verdad, voy a caminar MUCHO, y una media maratón no se hace sola. Primer rampote y mi cuerpo me dice, soooooo. Camino todo lo rápido que puedo. Pierdo la estela de mi compañero. Otro 600, este si de la modalidad llop entera, me adelanta también. Malo. Creo que es justamente el que llevaba segundo mejor tiempo. No me pongo nervioso. Queda un mundo. Voy alternando trote ligero con caminata amplia dependiendo del porcentaje de la rampa, que en ocasiones se encarama en el 14%. El tiempo pasa muy despacio. La dureza del llop se hace notar. Recibo los ánimos de Albert Giner, que igual que en la maratón de montaña, coincide cerca de mí. Esta vez va en btt y intento convencerlo que caminar también es transitar rápido en algunas circunstancias.
Intento no mirar muy lejos en el horizonte, porque eso te mata cuando tus piernas van tan justas. Los 600 que llevo delante, dos, no se pierden tampoco demasiado en la distancia y eso me alienta. Paro en el único avituallamiento potente que encuentro en la parte dura y me meto unas almendras con membrillo e isotónico. Buen cambalache para resistir un poco más. Empiezo a oler a meta. Mi Garmin así me lo confirma. Hasta me encuentro algún pequeño descenso asfáltico que duele más que ayuda, pero al menos reduce el tiempo de espera para cerrar la etapa.
Cruzo la línea de meta animado por el speaker que precisamente es el mismo del Ironcat, donde me tienen ya visto en diversas ocasiones. BIEEEEEEEEEEEEEEEEN.
Han sido 2h 16 minutos, mi peor marca en una media maratón… jeje, pero como para ir más rápido hoy…
Tengo ya mucho ganado para ser ‘finalizador ‘ en el llop, y muchas opciones de ser mejor marca. Ya empiezo a querer ser el mejor tiempo. Así somos los competidores, queremos siempre más!! Y menos mal de ello…
Como todo lo que puedo. Jamón, pan con tomate, tortilla, frutos secos… Nuevamente salado. Una visita al señor Roca y ropita seca y nueva… Dudo en llevar camel back o no . El tiempo parece que se mantendrá tapado por lo que no creo necesario llevar demasiado líquido. Así no sudaré la espalda y eso que me ahorro. 

 no tiene nada que ver con estas etapas, pero la he descubierto ahora... qué posición más pro.. como veis, intento no ir pegado, entrenando para Austria...

SEXTA ETAPA: Marcha BTT: 110 kms, muchos metros de desnivel acumulado… (murió batería gps a mitad de etapa)
Esto ya huele a reto conseguido, pero no puedo bajar la guardia. Aparentemente, pese a tener los músculos muy deteriorados, como he regulado todo lo posible y he cuidado al máximo la ingesta de líquidos y sólidos, con mucho énfasis a los batidos de proteínas, recuperadores y sales, parece que estoy bastante entero. Un inconveniente añadido es que no he tocado la btt en meses, pero parece que el recorrido es pistero. Yo a asegurar. Tengo el llop casi en la mano, solo hay que tener la cabeza fría y un gran coraje. Jamás había hecho tantos quilómetros sobre una btt, y lo iba a hacer tras más de 15 horas de esfuerzo. Estem torrats!!
Dejo que la gente con energías de sobras se lance y miro de colocarme en un grupeto cómodo que me sirva de guía en cada dificultad técnica, cada agujero. Todo ayuda.
Voy con pocos útiles de emergencia. Tan solo una cámara, una bomba de aire y una multiherramienta sin tronchacadenas ni eslabones de recambio. Confío en la revisión final que le hice y en el tuberless recién impregnado de líquido en la rueda trasera, la que más sufre. El terreno era pedregoso y eran muchos quilómetros, pero mi inexperiencia en este tipo de pruebas me dio una buena lección.
Llevaba menos de 20 minutos. Descenso rápido, rectilíneo y pedregoso. Siento un ruido extraño. Voy de pie, semiflexionado y noto como se me desintegra el sillín… ¡’¿?¿¡?¿
Qué coño está pasando??. Había cambiado el sillín el día antes de viajar a Tortosa. El que llevaba era muy estrecho e incómodo para tantos quilómetros. Juraría que lo había atornillado bien, pero quedó claro que no. El sistema de anclaje es complejo, no es el convencional. Pierdo en el percance diversos tornillos que hay que encontrar. Mierda. Me tiro a la cuneta y empiezo a buscar. Nervios. La gente pasa y pasa, el tiempo también. Consigo recuperar todos los tornillos, milagro, y con la multi, voy haciendo. Pierdo quien sabe cuanto y lo apretó y coloco como puedo. Hay que recuperar, pienso. Las piernas, con la mala leche, van solas. Recupero bastantes posiciones y tras un rato de soledad en un ascenso largo y algo duro, veo uno de los 600 con los que no había dejado de hablar en otras pruebas, todo un clásico en el Llop, en Carles. Tras desahogarme un rato, decido avanzar. Sorprendentemente, las piernas me están respondiendo mejor de lo esperado y siendo cauteloso, uso desarrollos lo más suaves posibles, con la técnica del molinillo continuamente. Uso todo el desarrollo buena parte de las subidas. No tiene sentido alguno tirar de plato mediano en esa situación.
Mi moral es alta. Alcanzo al 600 que me aventajó en la media maratón en 3 minutos y va segundo en el cómputo total. Le llevo bastantes minutos y la tranquilidad me embriaga.
Los quilómetros siguen pasando y algo empieza a torcerse. Me veo clavado en alguna subida y miro la llanta trasera… Si, voy deshinchado. El tuberless de los coj…nes no ha cumplido su cometido… Quiero pensar que ha sido un deshinchado fortuito (que iluso), y me paro en una curva a hinchar. Me alcanza entonces el grupo de 600s delanteros al que había dejado atrás. Mierda otra vez. Vuelvo a cabalgar con rabia y los alcanzo. Los vuelvo a dejar atrás y la llanta vuelve a bajar… Rabia al cuadrado. Tengo que tomar una decisión. Así no voy a llegar. He de cambiar cámara, pero solo llevo una…
Me paro y empiezo maniobra. Me ve un motorista que iba de asistencia de un compañero. Se portan como ángeles y me echan un cable. Me dan una cámara y hasta me hinchan la rueda para que no me canse…
Ya no me puede pasar nada más!!, digo. Son cuatro contratiempos, cuatro paradas ya consumidas, y los 600 ni les veo en el horizonte. A ver si me viene ahora una pájara y se me escapa ese top time… Mis piernas vuelven a funcionar bien. No me lo creo. Alcanzo a mis rivales, mis compañeros, mis amigos ya casi.
La cosa vuelve a ir mal. No puedo ni creérmelo. Miro y la llanta vuelva a besar la tierra… ¿Qué demonios pasa aquí?... Vuelve a parar, pinchazo al canto. Cambio la única cámara que afortunadamente llevo por la caridad de la asistencia. Veo en la cubierta un viaje de una piedra que se ha comido un taco… Ahí debe estar el origen de todo… Cambio y le meto de nuevo fuerte. Llego a alcanzar al mejor 600, mi ‘rival’, y transito con él muchos quilómetros. Llegamos al punto en el que la marcha ‘corta’, inicia el descenso a Tortosa. El resto todavía tenemos que meternos un puertaco más. Las fuerzas van recortándose, pero todavía hay alegría en mi pedaleo. Como más almendras, la clave en este finde (saladas y nutritivas… y RICAS). Iniciamos el ascenso ‘final’. Me comenta el company que se trata de una subida dura. Vaya, justo ahora. Enseguida le doy la razón. Vamos al mismo ritmo, que ya me va bien en esa situación.
Me veo ya en Tortosa con el mejor tiempo. Estoy feliz. El sol ya luce con fuerza, pero dada la hora de la tarde, ya es casi inofensivo, y más a más de 1000 metros de altitud. En uno de los peores rampotes, me llaman al teléfono. Evidentemente, nadie cogería el teléfono en una situación así, pero yo si. Tenia que asegurar si venía Soraya a recogerme a Tortosa. Ella venía de la liga de clubs de triatlón y medio quedamos que vendría a verme llegar y conducir el coche de regreso tras las palizas. No consigo hablar por la maldita cobertura y vuelvo a perder tiempo y tracción para volverme a subir en medio del subidón. Arrastro la burra hasta que puedo cabalgar. Pierdo la estela de mi company. Otra vez!!
Me relajo y vuelvo a coger ritmo. En el primer descenso que alcanzo, adelanto dos ciclistas y noto algo raro. No quería mirar. Pero lo tuve que hacer… Otra vez, si. Ya no tenía manera de solucionarlo, tan solo esperar suerte, que volvió a materializarse en la moto milagrosa… Tenía la cubierta con un brete que me podría hacer volver a pinchar nuevamente. Por milagro 2, llevaban una cubierta algo gastada pero correcta, y su última cámara… Ya no podía pasarme nada más allá de la más de media hora que ya llevaba perdida entre todo. Perdí la cuenta de todo lo perdido, la verdad.
La rabia seguía en aumento y ello me ayudó a no pensar en las mil horas de esfuerzo que llevaba. Tan solo quería pedalear y pedalear con todo lo que tenía para no perder coba con mi ‘rival’.
Aleluya, coronaba el punto de inicio de la marcha y solo quedaba el descenso rapidísimo hacia Tortosa. Salvo catástrofe, la cosa estaba hecha.
Disfruté, saboreé como pocas veces en mi vida un final de etapón tan ‘cómodo’, pudiendo reflexionar y repasar todas las vicisitudes que seguro todos mis compañeros de fatiga también habrían podido compartir (seguramente en btt me llevé la palma…).
Entrada en solitario en el parque de Tortosa, con público y ánimos del speaker, que se había enterado de todos los problemas técnicos que había pasado sobre la btt.
Una alegría inmensa que es la que justifica siempre semejante aniquilación de células humanas. La ilusión todo lo puede.
Cuatro supervivientes recibimos la figura del Llop de cobre bañada en plata como finalizadores de la larga, pero todos subimos al pódium. En mi caso, gran orgullo por ser nombrado el mejor tiempo de los supervientes. No necesitaba ningún otro premio o gratificación.
Valió la pena.




 Podium de 'triunfadores', porque aquí todos triunfamos!!

domingo, 10 de junio de 2012

Cursa Llop - Capitulo 1


Jueves 31 de mayo. Entro de guardia en el turno E, el que me precede habitualmente. Era la única forma de poder desplazarme a Tortosa el día del brifing de la Cursa del Llop y hacer por una vez bien las cosas, sin prisas, con relajamiento. Parece que voy a tener un día poco descansado en el parque. Con la campaña forestal, toca ruta preventiva por Collcerola tras la comida y lo peor, TODA la noche hay que colaborar en un rodaje de un anuncio de AXE en una zona industrial en desuso en el que van habrán escenas con fuego real. Somos tres candidatos a ir como responsables de la dotación. Espero que no me toque a mí.
Pues me equivoco, al final me toca y encima, el ratín que nos tomamos si los servicios lo permiten para descansar tras el arroz de mediodía, lo paso en el recorrido forestal que también me ha tocado hacer…
En el rodaje nocturno, veo muchos compañeros del cuerpo. El prota, Leo Rico, bombero de Barcelona y multideportista, es hoy en día un cotizado modelo-actor publicitario que últimamente no para de rodar anuncios importantes, y este lo es; la conocida marca de desodorante masculino no se anda con chiquitas y lo va a lanzar a escala mundial. El argumento es típico de la saga AXE: superhéroe bombero salva a chica-axe de morir quemada jugándose el tipo, pero como no lleva AXE, lo deja tirado al ver a lo lejos un astronauta más sencillito que si lo lleva puesto… (cosas de publicistas). Por medio, varios compañeros bomberos de figuración especial llevándose un buen pellizco por el rodaje, y el menda no solo cobra lo mismo que si estuviera descansando en el parque, sino que empieza a desgastarse de cara al finde lobezno… muy alentador. Las 7 horas de rodaje, en pie moviendo mangueras, camiones, etc, etc.
Viernes mañana. Llego a casa con los ojos vidriosos y me echo un rato. Cuesta dormir. Todavía no he preparado la mega-maleta que necesitaré para la carrera. Este es uno de los puntales de la carrera. Hay que pensar que encadenar seis pruebas de larga distancia sin prácticamente tiempo para recuperarse un poco, comer, beber algo y aderezarse para la siguiente, requieren de una organización máxima. En una prueba así puede llegar a hacer falta: bici carretera y accesorios (casco, herramientas, infladores, guantes,  alimentos, …), btt y accesorios, piragua de mar, piragua de río, remo, chaleco salvavidas, cubrebañeras, zapatillas de montaña, zapatillas de asfalto, gorras, gafas varias, prendas de todo tipo, recuperadores, super-botiquín,… En mi caso, el tema piragua se facilitó enormemente al prestármela el gran Miquel Armengol que me la dejó a pie de playa en la tercera prueba del primer día. Gran Miquel!!
En fin, MUCHAS cosas que de entrada deben ir en una bolsa gigante para tenerlo siempre todo junto. Dentro, otras muchas bolsas según pruebas o capítulos.
Con todo listo y un tupper bien cargadito de alimento, me dispuse a bajar camino de Tortosa con algo de retraso. Por desdenes del destino, coincidió la Cursa del Llop con la Liga Nacional de triatlón, y tanto mi pareja Soraya como alguno de mis compañeros más allegados, no podían acompañarme. Siempre es positivo y confortable tener alguien que te acompañe y ayude en semejante reto, pero hay que entender la paliza que supone dos días de dedicación exclusiva.
Ya en Tortosa, la primera sorpresa agradable. Tras el brifing de la carrera, empiezan a sacar comida tal que boda o mejor dicho, menú ‘Chamorro’, con sus croquetas, su tortilla de patatas, su pan con tomate y jamón, patatas bravas, pizzetas, cerveza y bebidas varias… ¡¡Ole tú!!
Con los dorsales en mi mano, me encaminé al hostal Virginia, donde por un módico precio de 21 euros, habitación doble con AA, wifi, superbaño, TV, … Pese al copioso ágape de bienvenida lobezno, preferí seguir alimentando la caldera con el arroz que traje. El desgaste iba a ser enorme y el tiempo para comer como Dios manda entre las etapas era inexistente. Dejo en una nave que había en un gran parque de hay en Tortosa todo mi material a cargo de la organización, que dispone de un vehículo y un voluntario exclusivo para los 15 únicos participantes que hacemos todas las etapas de la cursa: JORDI CID. Él estará con nosotros las 48 horas, cuidando todo detalle. De diez.
La última sesión de compex mientras me conecto a la red y ultimo la estrategia.
A las siete salto de la cama y mientras veo un documental de salto base en paracaídas (…), para no pensar demasiado en lo que se avecina, me como unos yogures y poco más. Ya había cargado a tope los depósitos por la noche. Ataviado con un fresquísimo maiot Scott prestado por otro grande, Richard Calle, me encamino a la primera de las salidas del día. Tengo sueño, eso si, pero voy con muchas ganas. El día, radiante. Bonito pero peligroso.

Cabeza de carrera en el inicio del primer puerto

PRIMERA ETAPA: Marcha Cicloturista: 182 kms, 2400 mts desnivel acumulado
En el punto de salida reconozco a algunos participantes, destacando a los hermanos Luís, compañeros de equipo y Carlos encima bombero de Barcelona como yo. Es agradable sentir el apoyo de los amigos en días así. La salida es neutralizada y la organización retiene bastante el ritmo del pelotón por prescripción de los Mossos d’Esquadra, que no quieren un grupo excesivamente estirado. Nos llevan así hasta las primeras rampas del puertaco del día.
Mis sensaciones musculares no son nada buenas. Yendo ‘parados’, me cuesta pedalear. En los primeros escarceos, decido no perder contacto con el pelotón delantero para evitar quedarme en tierra de nadie tan pronto.
Cuando empieza la subida larga del día, pongo el ritmo que me corresponde y voy juntándome con algunos ‘600’, los que partimos con el objetivo de acabar siendo ‘llops’. Mi dorsal, el 604. Parece que lo hacemos a propósito, pero en un momento dado de la subida, hasta 6 de los 15 llops transitamos agrupados. En un momento dado, uno de ellos nos pasa a una velocidad desmedida. Tiene patorras y pinta de conocer bien el terreno. Ni me inmuto, no tiene sentido ir a por él, ni creo poder a ese ritmo.
Mis piernas van ‘frescas’. Me encuentro incluso mejor que al salir y tengo fuerzas para moverme entre los grupos que vamos escalando la cima del día. Divisando el final del puerto, decido dar un par de vueltas a las tuercas y alcanzar a los más adelantados que diviso frente a mí y lo consigo. En el descenso, alcanzamos a un par de 600 que iban por delante. Si no me fallan los cálculos y pese a que mi objetivo no ha sido nunca el ir a Tortosa a por el mejor tiempo en la carrera, está bien saber que voy entre los más rápidos especialmente cuando mis sensaciones son de gran comodidad. Nos enfrentamos a quilómetros y quilómetros de terreno favorable en el que voy muy fino y aprovecho para comer todo lo que puedo. Incluso soy de los que más relevos dan del grupeto porque sinceramente no me cuesta darlos. Bien. Acercándonos a Tortosa, punto en el que finaliza el recorrido ‘corto’ de 120 kms, se nos une un ciclista expontaneo que tira quizá demasiado y rompe el grupo .Yo no tengo problemas en adaptarme al nuevo ritmo, pero veo que no me beneficia. No obstante, la euforia acumulada ante tanto bienestar pedaleístico en el descenso me hacen apostar por continuar ahí. Para el recorrido largo, nos quedamos 4, que enseguida empiezan a dosificar las fuerzas en el inicio del primero de los tres puertos que contenía el bucle ‘extra’ de la etapa larga. Veo que me ‘marcho’ solo y tengo que tomar una decisión. ¿Paro ritmo y me escondo en el cuarteto, o voy haciendo aprovechando que el terreno es escarpado y no parece tan necesario el arrope de otros ciclistas?
Me creo superman y decido, no solo tirar palante, sino saltarme un avituallamiento colocado en una zona en la que resultaba absurdo parar. Error. El calor que acumulamos desde hace más de 5 horas pasará factura.
El último puerto se me hace ya pesado. El viento lleva rato pegando frontalmente y aunque no es de gran intensidad, no ayuda. Adelanto al ilustre Manu Juárez, que ha pillado una pequeña pájara y participando como relevista queda atrás rápidamente. Los últimos 20 kms se me hacen realmente pesados.  Voy completamente seco hace rato. Me paro incluso en un pueblo en una fuente, y ESTÁ SECA… Intento mantener los 30 kms/h por aquello de bajar de las 6 horas totales. Llegando a meta, mi reloj marca 5.59 pero tras unas pequeñas dificultades en la lectura del código de barras de mi dorsal, acabo marcando un tiempo oficial de 6.00.03… No pasa nada.

 Eufórico tras las buenas sensaciones de la primera etapa, rumbo a la ducha. Calor, mucho calor...

Podría estar peor. Las buenas sensaciones en la segunda mitad del recorrido se habían perdido un poco en esa desgastante parte final, pero tenía una hora para recuperar, y eso era mucho en el Llop.
Lo primero, batido de proteína, luego, ducha fresca y ropa seca con los compresivos de gemelo y cuádriceps. No puedo evitar meterme en el cuerpo una morcilla de arroz a la brasa, entre otras cosas sólida, al dirigirme a las duchas… lo pagaría más tarde.
Solo faltaba intentar un rápido masaje de descarga para ayudar algo más al cuerpo a limpiar toxinas.
No hay tregua, tras pillar un bidón de bici, gorra, y móvil con auriculares (esto no es una competición de alto standing en este aspecto y se hace la vista gorda a los autistas que como yo no sabemos correr sin música). Tan solo me coloco los compresivos inferiores, que además son blancos y con la solana que cae, ayudarán. En el bidón, polvos mágicos sin agua para diluirlos en el primer avituallamiento que pille en la subida. Mi pantalón corto corto, con mucha vaselina en la entrepierna y camiseta blanca hipertranspirante SCOTT. Estaba listo para enfrentarme a la peor etapa del Llop, la que más bajas causa, la más desgastante según me habían contado, y con el calor y sequedad extrema para lo que llevamos de año (32 grados al parecer en plena montaña), ya puedo ir rezando.

Seleccionado las canciones, listo para entrar en el infierno pedregoso

SEGUNDA ETAPA: Marató muntanya: 32 kms, 900 mts desnivel acumulado

La salida me la tomo extremadamente tranquila. Con el Garmin regulo ritmo rondando en torno a los 5 el km. En seguida empieza el calvario. Unas pronunciadas rampas que te fríen al instante. Lo tengo claro, solo correré cuando el esfuerzo sea asumible, sino, caminaré lo más rápido que pueda. Son 32 kms y tengo 4 horas. Aparentemente fácil, realmente, difícil. Son cerca de 900 metros de desnivel que se hacen casi todos en los primeros 15 kms. El primer tercio de la carrera es durísimo, subiendo por un barranco, un cauce seco en el que se hace muy difícil propulsarte. Los pies pierden tracción en cada paso, las piedras, la gravilla, se mueve, y vas cuesta arriba… No deja de adelantarme gente. Ellos no han hecho los 182 kms antes… Es mi único consuelo. Mis dotes de escalador en largos recorridos son muy malas y sufro, sufro MUCHO. Hay que alcanzar un parque eólico, y se ve muy lejos. Se intercalan algunas bajadas técnicas que todavía duelen más que la subida. Intento beber a lo bestia. En cada avituallamiento, y hay muchos (bravo a la organización), relleno el bidón. Voy alternando vasos de sales y de vez en cuando, y como membrillo, azúcar y almendras. No hay geles. Esto es el Baix Ebre, no un Ironman. Dieta mediterránea, sí señor.
Acercándome a los megaaerogeneradores, me alcanzan y adelantan un par de 600. Seria bueno aguantar su estela pero no me obsesiono, queda mucho. En lo alto, me paro un rato a ponerme los compresivos de cuádriceps. Me han dicho que la bajada se hace dura al descender carreteras y pistas asfaltadas con pendientes pronunciadas. Quiero proteger al máximo la musculatura para el domingo. Voy muy justo de fuerzas, pero veo muy al fondo, en el horizonte, la anhelada meta en l’Ampolla, tierra de triunfos para mi en el pasado. Cuando consigo recuperarme mínimamente, alargo zancada con el único objetivo de llegar antes, no de avanzar a nadie, pero una cosa lleva a la otra y van cayendo escaladores que cuando el asfalto hace su aparición, pierden fuelle. El calor aprieta de lo lindo, y pese a ser mi medio preferido para competición, ya son casi 9 horas sudando… jeje. A lo lejos diviso al candidato a llop de las patorras que me había sacado las pegatinas en bici por la mañana en la subida del primer puerto. Está fulminado y camina. Yo voy parando a caminar cuando veo un repecho de más de dos metros, pero en el global, voy más rápido que él…
En estos momentos de la carrera, todavía ni pienso en mi posición relativa en carrera, como ya he dicho, objetivo: llegar vivo. Durante todo el descenso, voy compartiendo recorrido con Albert Giné, un ilustre de esta y otras carreras que acompaña a un relevista. Va muy fresco y me anima a no parar a caminar, pero yo le cuento que vivo en un delta, y lo máximo que subo entrenando son las escaleras de casa al regresar del entreno…
Recta larga, vemos a dos competidores fuera de la carretera y no entendemos nada. Cuando vemos unos pies asomando perpendicularmente a la carretera, la cosa tiene sentido. Un corredor grogui se ha salido de la ruta. No reacciona; casi inconsciente. Me paro y le echamos el agua de mi bidón por la cabeza. Suelta sonidos guturales. Parece que el pobre iluso quiere seguir corriendo. Negativo. Está para llevarlo en helicóptero al hospital. Conseguimos parar a unos ingleses en un todoterreno. Como podemos, lo cogemos entre cuatro y lo metemos en el asiento del copiloto. Es muy grandote. Le decimos que lo lleven YA a la meta y busquen la ambulancia. Luego nos contaron que acabó ingresado y con cierta gravedad, aun que no sufrió consecuencias irreversibles. Allí me olvidé el bidón que llevaba. La sangre que llega al cerebro es la justa.
Estamos entrando en l’Ampolla, y la neurona que queda activa en el cogote, trabaja. Cuatro años de vivencias en el Ironcat con sensaciones muy parecidas a las que arrastro en ese momento. Los últimos 400 metros de la carrera se solapan con la maratón del propio Ironcat. Cruzo la línea de meta con 3h 30min.


Cruando línea de meta. Parezco entero. Miento.


Esta es la realidad tras cruzar linea de meta...

 Es un buen tiempo. Tan solo superado por 3 minutos por otro 600 pero que está compitiendo en la modalidad ‘corta’, en la que se ahorran 62kms de bici de carretera el sábado, y 25 kms de btt el domingo.
Intento volver a tomar el batido de proteína. El estómago se queja. Muchas horas de deshidratación y mal comidas. Me muevo lento, pienso lento, bebo lento, como lento.
 Dirigiendome a la piragua. La misma ropa que corriendo... no hay tiempo y le vendrá bien un poco de agua fresca...

Me confío en el margen que tengo y tras organizarme bien y ser ayudado por mis compañeros Carlos y David Luís, que van a seguirme tras su participación en la bici de la mañana, Miquel Armengol me confirma que ya tengo el kaiak y el chaleco salvavidas en la playa esperándome.
Me dirijo hacia allí con muy poco margen pero confiado. Han llegado in extremis unos cuantos 600 que peor lo tienen. Mi kaiak se encuentra en la arena, precisamente en el punto en el que se da la salida del Ironcat los últimos años; eso si, hoy el mar está muy movido, con viento de cara para toda la etapa. Qué más da una dificultad más, ya son tantas…
Cometo el error de pardillo de no comprobar el material con margen de tiempo suficiente. La piragua que me prestan es de fibra, rápida pero poco estable para no piragüistas. Lo peor, los topes para los pies y el mando del timón están colocados para piernas sensiblemente más cortas que las mías… mierda. No conozco esa piragua. Miquel me ve y me dice cómo modificarla. Problema. Una de las piezas que hace falta extraer es un tornillo con cuya cabeza plástica se está rota. No se puede sacar a mano. Yo no quepo en la piragua, la prueba va a empezar… Me veo fuera del Llop por gilipollas, y perdón por la expresión. Dan la salida y me permiten intentar arreglarlo por tratarse de una ‘avería’ y haber estado listo para la salida físicamente. Pido socorro a mi entorno y consiguen un par de herramientas. Con la primera no hay forma, con la segunda, la pieza se mueve… pero poco a poco…

 No hay forma de hacer girar el tornillito de los coj...

Los minutos van pasando. No domino como va el mecanismo y no estoy para ostias con las 9 horas de machaque en el cuerpo. Consigo colocarlo, ‘más o menos’. Quepo dentro de la embarcación. No quiero perder más tiempo. Los compañeros ni se ven en el horizonte. Perdidos al menos 10 minutos. Salgo como puedo. Eso era lo importante, empezar a remar y a remar.

Al fin, a por ellos!!