martes, 24 de agosto de 2010

Embrun, la crónica


Hace más de una semana que regresé de los Alpes y mañana me voy cuatro días a desconectar del mundo a la comarca del Alto Palancia, como intento hacer cada año por estas fechas. Serán cuatro días sin internet y casi sin teléfono, pues es una zona de baja cobertura. Ideal.

Mi nuevo reto Ironman empezaba antes que otras veces. Empezaba en la caravana quilométrica de la Jonquera la víspera anterior a la prueba más dura a la que me había enfrentado jamás. Lo contrario de lo aconsejable. Según mi experiencia, es ideal llegar al menos dos días antes y estar lo más tranquilo posible, asimilando el entorno, adaptándote al clima, descansando, ...

Y no puteando en solitario dentro de un espacio confinado, apretando y soltando embrague y freno de forma agotadora. Mi llegada tardía y fuera de toda previsión se palió en parte por la colaboración de mis compañeros que sí seguían los cánones, alojados por la zona desde el jueves.

Llovía y hacía frío. Lo peor que me puede pasar en una prueba así. Prefiero viento fuerte y calor asfixiante que frío y agua. Y que le voy a hacer si yoo, nací en el Mediterráneo...

Las horas que me tumbé, fue en una tienda de campaña bajo la lluvia; inédito en mi trayectoria de larga distancia, pero he de reconocer que no estuvo tan mal gracias al colchón de cama que estrené esa noche y que ocupaba las tres plazas traseras de mi coche...

Bien, hecho el inciso, el exceso de faena que me tocaba realizar en la entrada a boxes al no haber efectuado el checking cuando tocaba (creo que fui el único del millar de triatletas), me hizo tardar demasiado en colocarme en la playa del lago. Para acabarlo de adobar, la noche cerrada complicaban la orientación.

No era la primera vez que iniciaba una prueba así en la oscuridad. En mi debut en la distancia, en el Home de Ferro del 99, unos 150 neoprenos se lanzaban a las oscuras aguas de la playa de las Figueretes, tras dos piragüistas con luces destelleantes rojas. En este caso, ni sabía como marcaban la orientación, y lo que era peor, estaba en última fila a dos minutos de la salida...

Me hice sitio avanzando por la derecha, pensando que sería el mejor camino para nadar limpio, pero fue un error. Primero porque no llegué nunca a la primera fila; me quedé en la segunda y la linea de salida se convirtió en un embudo que todavía me hizo perder más posiciones. Luego intenté progresar por el exterior, pero estaba completamente desorientado, pues mis gafas oscuras estaban más bien empañadas, y en lugar de ver un solo punto de luz como aquel antaño en Ibiza, se confundían los flashes del público, las luces de las casas del horizonte, con las que se suponía que estaban en las boyas. Solo me faltó encontrarme frente a un espigón rocoso lleno de público que me impedía el avance y que tuve que sortear.

Todo había empezado mal. Tras la segunda boya, iba metido en un grupo más lento de mis posibilidades, y, la verdad, no me apetecía nada escaparme y comerme todo lo que quedaba solo para salir algún minuto antes y luego empezar el calvario ciclista en el que ese minuto se pierde en dos curvas de un puerto cualquiera.


Salí ágil a por la transición, encontrándome a Jordi Vazquez ya vestido de entretiempo empujado por las bajas temperaturas del momento. Mi transición fue mucho más espartana. Tan solo me até casco y me presenté el maiot de Catalunya que llevé, y ya estaba corriendo hacia el matadero. Una vez montado en la burra, me coloqué bien el maiot y me puse las gafas.

La cosa iba a ponerse seria desde el principio. Desconocedor absoluto del circuito más allá de haber echado algún vistazo al perfil las semanas previas, me veo subiendo con todo metido y pedaleando con dificultados a menos de 10 km/h.

Jordi, que salió prácticamente detrás mío, empieza a subir de pié más fuerte que yo y yo le doy mi bendición y me quedo rezagado. Me pasan uno y otro y otro,... Rápidamente me viene a la cabeza las vivencias del triatlón de Balaguer, en el que, pese a ser distancia media, me pasó hasta el último mono. Intento desconectar y forzar las piernas al mínimo. El frío es intenso incluso subiendo grandes desniveles. Hay neblina alpina y la carretera es estrecha. Tan solo mantengo algo la distancia con un vasco que fui viéndome en diversos momentos del circuito.

Intento olvidarme de todo más que de alimentarme por encima de lo que acostumbro, y mirar el paisaje al máximo. Según consejos técnicos, debía ingerir 80 gramos de hidratos de carbono por hora de competición, y eso es mucho en las limitadas condiciones de una carrera como esta. El objetivo era desterrar las rampas musculares que bloquean mis piernas a partir de las 4 horas de esfuerzo específico. Aquí no puedo permitirme ese lujo si quiero acabar, así que pongo mi máxima atención en el alimento y no dar una pedalada de más. Aún así, cuesta no dejarse llevar por tanto ciclista escalador...

Estoy aproximandome al coloso y me acuerdo que llevo el mp3 en el bolsillo y que me podían ir muy bien para combatir el desánimo. Primera competición en la que hay una bicicleta de por medio y me calzo los auriculares. Los aguanté hasta la transición, donde me pescaron y preferí no jugarme nada.

Reventado en el tramo final del Izoard...

Mis peores momentos los paso en el tramo duro del Coll d'Izoard, no la parte final, sinó a 8 kms aprox de la cima, donde los porcentajes son exigentes, llevas más de 90 kms en las piernas. El frío no ha dejado de notarse y he tenido que ponerme los manguitos en el primer puerto sin quitarmelos ya hasta el final. Suegen unos dolores que aún tengo en la parte interior de mis rodillas fruto de la poca agilidad que imprimo al pedalier y de la dureza del mismo movimiento. Las dudas me invaden. Queda tanta carrera y voy tan lento y mal... Lo que no puedo entender es porqué no me han adelantado varios de mis compañeros con lo lento que voy.

En la penúltima curva del puertaco, una estelada marcando el territorio. En lo alto, me paro obligado por el frío que preveo. Aprovecho para comer algo, reponer bidón y DESCANSAR, unos instanes sin darme ni tiempo de disfrutar el entorno, realmente único.

Me coloco mi prenda estrella. Una chaqueta ciclista impermeable, de costuras selladas, que debía minimizar los efectos nocivos de la lluvia en alta montaña. Sin pretender ahora saber más que nadie, en un entorno así, se hace imprescindible llevar una prenda de calidad.

El descenso potente, pero con herraduras que ralentizan la recuperación de la media, que da risa, no, pena, en esos momentos. Durante muchos quilómetros la costumbre de ser pisoteado por decenas de ciclistas en cada repecho, se invierte y voy recuperando por primera vez posiciones.

Tras muchos quilómetros de tendencia descensora, iniciamos el tránsito por algunas poblaciones y es por aquellos momentos que alcanzo a Jordi Vazquez con gran sorpresa, pues mi sensación es de haber perdido completamente la competibidad ante este coloso del calendario anual.

Paso mis mejores momentos viendo como más bien supero que me superan participantes. Mi 'error' de no colocar acople ligero lo voy pagando en cada quilómetro con el perfil suave y el viento frontal que no esperaba del último tercio de circuito.

Llegamos a un repecho en el que veo demasiada gente apostada animando... Pregunto al prógimo y me comenta que apriete los dientes, que toca subir 1,5 km de gran dureza. Me retuerzo en el manillar y consigo superar el obstáculo sin grandes tragedias.

El terreno discurre por carreteras secundarias, en ocasiones con el firme bastante en mal estado. Al menos ello te distrae de tus problemas. A Jordi no le vería más hasta la maratón. Me había comentado que el Izoard le había matado. Modestamente creo que el desarroyo que llevaba no era para Embrun. Por fuerte que estés o te sientas, los quilómetros de ascenso pasan factura si no se conserva al máximo.

Ya solo queda la aproximacion final y el postrecito final. La carretera es mala, pero el desnivel mínimo. En otras circunstancias, no huviese bajado de los 30 km/h en terreno similar, pero ya podía estar contento con los 27 que podía ir.

Mira que estaba avisado. 'Que cuando llegues a Embrun todavía te queda un puertaco...' Pues aún así, me mató. Ves a la gente de más nivel que ya corre la maratón, el sol calentaba por primera vez en el día, justo subiendo, se trata del típico puerto que nunca sabes cuando ha de acabar. Solo falta que un lugareño me cuente falsedades y me haga creer que me queda menos de 1 km para coronar. Le agradezco la info y me encuentro tras una curba que los ciclistas se pierden en el horizonte... Que ganas de acabar!!!

El descenso final, muy malo y lo que faltaba para acabar de trincharte huesos y articulaciones.

Llegaba a boxes. Me daba 'miedo' sentir mi cuerpo al bajar de la bici, pero como en otras ocasiones, podría haver sido peor... Hice una de mis transiciones más lentas de mi vida, sinó la que más. No tenía niguna prisa en la colocación del material y quedaba mucho por delante. Salgo a correr con dos gafas de sol.... ¿Qué me está pasando?. Rectifico antes de salir de boxes.

Y ahora un episodio subrealista de la carrera: resulta que en Embrun se las dan de ecológistas, y ya en el ciclismo te obligan a cangear solo los bidones de la organización si deseas líquido. Hasta aquí, bien, pero que en carrera te hagan correr con un vasito reciclable... NO. Yo pensé que lo del vasito con el nombre de Embrunman era un souvenir de la carrera, pero parecía que no.

Encima, para acabar de redondearlo, resulta que en el primer avituallamiento, a parte de haber Buffet Libre de Red Bull, daban botellines de agua, como esperaba encontrarme en el resto. Visto lo visto, lanzo por los aires el bidón ciclista que por las dudas y ante el mosqueo que tenía sobre esta cuestión llevaba en la mano. El siguiente puesto que vi, te encuentras dos botellas de 2 litros de cola y agua, y sino tienes vaso, toca amorrarte y aguantar. Especialmente curioso era cuando te metias en la boca un chorro de cola sin esbravar... fatal.

Otro problema, los avituallamientos sólidos parecían tratarse más bien de un pick-nick que de una prueba de semejante nivel. Yo me esperaba encontrar alguna línea de geles o similar para mantener los niveles de glucosa en sangre y músculo, pero yo jamás me paré a comer higos, nueces, biscochitos... Tras cuatro avituallamientos sin tomar nada, mi cuerpo empezaba apasar factura. ¿Que podía hacer?

En una de mis paradas a morrear la botella común, volví a interesarme por el contenido del Buffet Libre y localicé terrones de azucar... Suficiente, pensé, y en el siguiente avituallamiento, agarré dos terrones y un bizcochito. El grave problema fue tragarlo... El agua que ingerí fue justo antes (no me podía llevar la botella...), y el cemento armado dipositado en zona subpaladiana no bajaba ni queriendo.

Encima tocaba una extensa zona sin avituallamientos oficiales. No podía más y tuve una visión, o bien mi ángel de la guardia que obró un milagro. En el arcen del camino, un botellín de agua, lleno y con el tapón allí saludandome... Dada mi resistencia habitual a aguas no puras del todo, ni me lo pensé. Me zampé el interior y pasó a ser mi más fiel compañera, llenándola en cada avituallamiento. Ya podía desarrollar mi plan casi a la perfección, masticando un par de tarrones, y enjuagándomela bien con un poco de agüita.


Había empezado la maratón sin ninguna presión ni objetivo, pero viendo como me respondía el cuerpo, empezé con objetivos cercanos y asumibles, 'descansando' en cada subida, que no eran pocas. Cada vez que la pendiente o su duración eran demasiados, me ponía a caminar de forma compulsiva, consiguiendo perder el mínimo en referencia a si corriera, y servía de alivio rentable evidente, ya que cuando volvía a trotar, lo hacía con una soltura importante, especialmente en los descensos, en los que conseguía ir en algún caso por debajo de 4 el km.

Me crucé con el equipo al iniciar las segunda vuelta a pie. Jordi iba relativamente cerca y era para mi una incognita no ser superado, pero entró en juego la autoconfianza y experiencia y pudieron con la juventud y fuerza. La veteranía es pues un grado y conocerse y saberse capaz de superar distancias similares, valen mucho.

Los últimos 5 kms incluso los disfruté independientemente de ser los últimos. Me habían pasado bien pocos corredores y el tiempo que iba a marcar, iba a ser interesante: 12 horas 30minutos. Si me lo dicen antes, no me lo creo.

Felicito desde aquí a todos los finisher en Embrun, especialmente a los pratenses que debutaban o no en este apasionante mundo del martirio humano...

5 comentarios:

  1. Felicitats Víctor, m'entren ganes de pasar per allà un any d'aquests...

    cuidat¡

    rayo

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  2. Enhorabuena Finisher.
    Ha sido para todos una gran experiencia, creo que la recordaremos durante un buen tiempo. Abrazos

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  3. desde luego tenia que haber llevado un piñon o dos más, la cague bien!!!, te felicito de nuevo por tu gran carrera, solo me sabe mal no haber podido batirme en duelo contigo en la maratón, ya que yo en la segunda media reventé y tu hiciste un papel más que digno!!! enhorabuena!!!!!!

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  4. Gran crònica i millor carrera, felicitats! Entre tu i el Lensky m'esteu fent plantejar molt seriosament anar l'any que ve!

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  5. ENHORABUENA CAMPEON.
    Y GRACIAS POR TU RELATO, SIEMPRE INTERESANTE PARA LOS QUE TE SEGUIMOS EN TUS RETOS TAN DUROS.
    FELICIDADES VICTOR.
    UN ABRAZO.
    JORGE (BOMBEROS AYTO. MURCIA)

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